Don Juan Manuel: Biografía, literatura y más

Hoy te traemos a Don Juan Manuel. En este interesante artículo podrás conocer a un miembro de la casa real española, escritor en dialecto castellano, uno de los más importante y responsable de la prosa medieval de ficción, su más célebre obra El conde Lucanor, un aglomerado conjunto de fábulas moralizantes que se entremezclan con varias modalidades de sapiencial.Don Juan Manuel

Biografía

Don Juan Manuel nace el 5 de mayo de 1282, en lo que hoy se conoce como la provincia de Toledo-España, fue un célebre literato medieval, sobrino de Alfonso X de Castilla, su progenitor Manuel de Castilla y su madre Beatriz de Saboya.

Obtuvo de su padre el nombramiento de gran señor de Villena, recibiendo los títulos de Lord, Duke y, por último, Príncipe de Villena, se casó en tres oportunidades, escogiendo a sus esposas por conveniencia política y económica, y trabajó para unir a sus hijos con socios y vincularlos con la realeza.

Juan Manuel se hizo en uno de los hombres más adinerado y poderosos de su época, creando su propia moneda como lo hicieran los reyes, en el transcurso de su vida, fue cuestionado por escoger la gramática como su inspiración, una actividad estimada inferior para un ilustre de tal reputación.

Se ha creado cierta controversia con relación a sus nombres y títulos, Juan Manuel frecuentemente se refiere a sí mismo en sus obras literarias como "Don Juan, hijo del infante don Manuel", algunos sabios del siglo XIX y principios del XX empezaron a llamarlo infante, un título que no tenía, ya que en la Castilla medieval únicamente los hijos de reyes se denominaban infantes y él único era el nieto de Fernando III.

Lo mismo ocurre con el título de Duque y Príncipe de Villena, que recibió de Alfonso IV y Pedro IV de Aragón, si bien estos títulos continúan con las costumbres aristocráticas aragonesas, fueron de poca importancia para el escritor castellano, a tal punto de que nunca los usó en sus artículos o correspondencia, y solo un grupo de ilustrados los ha asociado.

Su padre fallece en 1284, y Juan es educado en la corte de su primo, Sancho IV, sus destrezas lo convirtieron en el favorito, y con el fallecimiento de su madre en 1292, Juan Manuel se adquiere en título de duque de Peñafiel, Juan Manuel fue formado en las artes de la equitación, caza y esgrima, y además estudió latín, historia, derecho y teología.

Peleó para rechazar el ataque de los Moros de Granada a Murcia, en 1304 fue encargado por la reina madre, Doña María de Molina, para llevar a cabo convenios políticos con Jaime II de Aragón en nombre de su hijo, Fernando IV, la diplomacia fue exitosa y se lleva a cabo el matrimonio entre Fernando y la hija de James II, Constantina, lo que se suma al prestigio de Juan Manuel.

Juan Manuel sostuvo frecuentes provocaciones con su rey, en ese momento, el reinado de Castilla estaba siendo ejerció por dos monarcas, Fernando IV y Alfonso XI, pero la fidelidad de Juan Manuel estaba con Alfonso, a quien Juan Manuel le otorga la mano de su hija Constanza, las nupcias se pospusieron en varias oportunidades, hasta que Alfonso XI puso bajo prisión a Constanza en el Castillo de Toro por motivos no muy claros.

Este acontecimiento indignó a Juan Manuel, quien decide declararse en contra Alfonso, y le declara la guerra, dando inicio a una larga guerra, con la fallecimiento de su esposa Constantina en 1327, Don Juan Manuel robusteció su posición al contraer matrimonio con Doña Blanca de La Cerda y Lara, con lo asegura el apoyo de Juan Núñez, alférez de Castilla, organiza un matrimonio entre él y la ex reina Constanza y hace alianza con Muhammed IV, sultán de Granada.

Esta extraordinaria alianza obliga a Alfonso XI a solicitar los términos de rendición los cual aceptó en 1328 sin ninguna intención sería de cumplirlos, pero se vio en la obligación de liberar a Doña Constanza, la guerra estalló nuevamente y rápidamente que duró hasta 1331, cuando Alfonso invitó a Juan Manuel y Juan Núñez a un festín en Villa umbrales con el propósito de asesinarlos, pero el compló fracasa y Don Juan Manuel unió fuerzas con Pedro IV de Aragón quien es asediado por Alfonso en Garci-Nuñez, de donde huye el 30 de julio de 1336, va al exilio y se mantiene en viva la rebelión hasta 1338.

A última hora, el Papa estimuló los arreglos conciliatorios entre Juan Manuel y Alfonso XI, esta reconciliación no se completó sino hasta 1340, cuando Juan Manuel y Alfonso hacen alianza contra los musulmanes en la batalla de Río Salado, ocupando la ciudad de Algeciras, después de estos acontecimientos, Juan Manuel abandona la vida política y se retiró a Murcia, donde pasó sus últimos años centrado en la literatura y orgulloso de sus obras, decidió compilarlas todas en un solo volumen, Juan Manuel murió en Peñafiel en 1348, a la edad de sesenta y seis, esta compilación fue destruida en un incendio, sin copia conocida preservada.

Sepultura

Posterior a su muerte en la ciudad de córdoba- España, su cuerpo fue llevado a la villa de Peñafiel, donde recibió inhumación en el monasterio de San Pablo que él mismo había creado en 1318 con la finalidad de que a su fallecimiento sus restos reposaran en la capilla mayor de la iglesia conventual.

Sin embargo, en 1955 fue encontrada una caja de madera en un costado de la Epístola de la iglesia del monasterio de San Pablo en la que encontraron unos restos humanos, que fueron acreditados por varios investigadores e historiadores como los restos de Don Juan Manuel, pues al limpiar el muro de piedra apareció, oculto bajo una gruesa capa de yeso con la siguiente leyenda,​ que también fue etiquetada como del siglos pasados por otros historiadores, que dice:

​Aquí descansa el insigne señor don Juan Manuel, hijo del muy célebre Señor infante Don Manuel y de la muy distinguida señora doña Beatriz de Saboya, duque de Peñafiel, marqués de Villena, abuelo del muy heroico rey y señor de Castilla y León don Juan I, de éste nombre, murió en la ciudad de Córdoba el año del nacimiento de Nuestro Salvador de 1362.

Don Juan Manuel

Fortunato Escribano de la Torre igualmente aseguró que los restos del grande aparecieron en 1955 en el monasterio de San Pablo de Peñafiel, ​ y hoy en día esos restos descansan en una pequeña arqueta de piedra decorada con el escudo de Don Juan Manuel y situada en el mismo lugar donde las encontraron y bajo el título mencionado anteriormente.

Matrimonios y descendencia

Don Juan Manuel contrae nupcias en tres ocasiones.

Su primer matrimonio fue Isabel de Mallorca: hija del rey Jaime II de Mallorca, quien enviuda a los 19 años sin dejar estirpe en este matrimonio.

Sus segundas nupcias son con Constanza de Aragón, quien muere en Castillo de Garcimuñoz en 1327, hija del rey Jaime II de Aragón y de Blanca de Nápoles, con quien tuvo tres hijos:

Constanza Manuel de Villena (1323-1345). Se casa con Pedro I de Portugal, y fue la madre del rey Fernando I de Portugal, falle en el parto de su hijo.

Beatriz Manuel de Villena, que fallece a temprana edad.

Manuel de Villena, que igualmente fallece a temprana edad.

Su tercer y último matrimonio fue con Blanca Núñez de Lara, hija de Fernando de la Cerda y de Juana Núñez de Lara, con quien procreó otros dos hijos:

Fernando Manuel de Villena (1332-1350),​ I duque de Villena y III señor de Escalona y de Peñafiel,  se casa en 1346 con Juana de Ampurias, hija de Ramón Berenguer I de Ampurias y Juana Manuel de Villena (1339-1381).

Que se casa con Enrique de Trastámara,​ hijo bastardo del rey Alfonso XI de Castilla y de Leonor de Guzmán que llegaría a gobernar como Enrique II de Castilla, su hijo fue el rey Juan I de Castilla, fue III duquesa de Villena y V señora de Escalona y Peñafiel desde 1360 hasta 1366.

Pero el gobierno de Villena fue entregado a Don Alfonso de Aragón que había brindado sus servicios a Enrique de Trastamara durante la guerra fratricida, Don Juan Manuel tuvo, además, dos hijos bastardos con Inés de Castañeda, hija de Diego Gómez de Castañeda, señor de las Hormazas,​ y de Juana de Guzmán.​

Sancho Manuel de Villena (1320-1347),​ adelantado mayor de Murcia, alcaide de Lorca, señor de Carcelén y de Montealegre y ricohombre de Castilla.

Enrique Manuel de Villena, acompañó a su hermana a Portugal y se casa con Beatriz de Sousa, fue el primer conde de Seia, y primer señor de Cascais, IV señor de Montealegre, III de Belmonte y de Meneses.

Sus herederos terminarían siendo acreedores de varios títulos de aristocracia, como el condado de Vía Manuel, el marquesado de Rafal o el ducado de Arévalo del Rey.

Literatura y obras

Una de las principales fuente de la musas para don Juan Manuel estaba en su tío Alfonso X El Sabio, que le sirvió para profundizar en el universo de la literatura, gran parte de sus obras literarias están expresadas en prosa, y lo moral y el aspecto pedagógico están contenidos en ellas, sin embargo, también redactó algunas poesías con un modo natural y exacto.

Entre sus obras literarias de corte poético más importante y reconocidas se encuentra, los Cantares o de Las Cantigas,  igualmente, el tratado Las Reglas de cómo se debe Trovar, uno de los más antiguos de las crónicas de la lengua castellana.

Entró en la historia de la literatura con la obra Crónica abreviada, esto fue un resumen de un trabajo de largo tiempo de su tío, y que en gran parte reproduce su estilo, a través de la abreviación y el aspecto breve.

Fases de su obra

Dentro del progreso y ascenso de Juan Manuel, se da una partición de tres fases:

- La primera se identifica, como ya se indicó, por la fascinación que siente por los trabajos escritos de su tío; lo que lo deja penetrar en crónicas y temas de caballerías.

-Una segunda parte se da con El Libro del Cavallero et del Escudero, perfeccionado a través del diálogo, en esta fases nace El Conde de Lucanor, su obra más característica y célebre, donde como en todas sus obras prevalece el carácter claro y pedagógico.

-En su última etapa se presenta en 1337, esta consolida su disposición como educador y maestro, ya que su principal finalidad con cada uno de sus trabajos es enseñar y proporcionar las herramientas convenientes para el aprendizaje.

La decisión de emplear un lenguaje más corriente o vulgar le dio un cambio a su popularidad, llegó a su más alto nivel, pues ya no lo leía únicamente la realeza, sino que con su simplicidad y exactitud al escribir llegaba a un mayor público, el de los lectores de pueblo.

Libro de los Estados

Don Juan Manuel se representó mucho en sus obras, sus proezas, sus medidas, todo lo que quería lograr está reflejado en su escritura, es un ideal de lo que fue, no obstante, muchos pensaban que llevaba dos vidas: la que vivía y la que escribió.

Las obras más importantes:

Dentro de la gran cantidad de obras creadas por Don Juan Manuel las siguientes son las consideradas sus obras más importantes.

– Libro del Cavallero et del Escudero

– 1.325. Crónica Abreviada.

– 1.326. Libro de la Caza.

– Libro de los Estados

– 1.335. Tratado de la Asunción de la Virgen María Libro del Conde de Lucanor.

– Libro Infinito.

– 1345. Libro de las Tres Razones.

Descripción de sus obras más destacadas

A continuación parte del argumento de las cuatro obras más destacadas:

  • El libro del Caballero y del Escudero

Dice la historia de un escudero joven que desea formar parte de la corona y que se muestra ante el Rey, tras las cortes llamadas por este, para instruirse en todas las enseñanzas que un caballero tiene para compartir, tras el fallecimiento del caballero, el joven le da cristiano entierro y pone en práctica lo estudiado.

  • El Libro de los Estados

En esta epístola Don Juan Manuel abre una ventana para revelar lo que debería ser una sociedad del siglo XIV, a la vez que cuenta cómo debe instruirse y educarse a un príncipe, Fue inspirado en la fábula de Barlaam y Josafat, vinculada con las culturas budistas.

  • El libro de las Tres Razones

En un comienzo fue famoso como el texto de las armas, el creador cuenta las vivencias de la época, fundamentadas en gran parte en sus propias usanzas, es un cuento histórico lleno de ficción, donde es Don Juan Manuel el gran protagonista.

  • El Conde Lucanor

Transcrito entre los años 1325 y 1335, está fundamentado en cuentos, y en su primera parte posee 51 cuentos que se expresan de la cultura oriental y del cristianismo, la claridad y la exactitud de la escritura muestra fluidez narrativa.

En esta primera parte un joven conocido como Lucanor le manifiesta a su consejero un acertijo que necesita ser resuelto lo más rápido posible, luego de una narración instructiva del viejo, el joven halló la respuesta que tanto necesitaba encontrar.

Cada uno de las fábulas se desenvuelven de la misma manera, pero cada una con diferentes niveles de aprendizaje, que era el objetivo principal del escritor, enseñar a los lectores. Miguel de Cervantes y Williams Shakespeare se inspiraron en varios de sus cuentos para escribir sus obras.

Extracto del Conde de Lucanor

“En una ocasión estaba hablando aparte el Conde Lucanor con Patronio, su asesor, y le dijo:

–Patronio, un hombre insigne, vigoroso y opulento, hace poco me dijo de modo secreta que, como ha tenido varios inconvenientes en sus propiedades, le gustaría dejarlas para no volver más nunca y, como me profesa gran cariño y confianza, me quería dejar todas sus propiedades, unas vendidas y otras a mi cuidado, este anhelo me parece honorífico y ventajoso para mí, pero antes quisiera saber qué me aconsejáis en este asunto.

–Señor Conde Lucanor –dijo Patronio–, bien sé que mi exhortación le hace gran falta, pero, como cree en mí, debo decirle que ese que se llama su amigo lo ha dicho todo para probarlos y me parece que ha ocurrido con él como le ocurrió a un rey con un ministro.

El Conde Lucanor le pidió que le contara lo ocurrido.

–Señor –dijo Patronio– existió un rey que tenía un ministro en quien creía mucho, como a los hombres prósperos la gente siempre los envidia, así ocurrió con él, pues los demás estaban privados y envidiosos de su influencia sobre el rey, buscaron la manera de hacerle caer en desdicha con su señor, lo señalaron en varias oportunidades ante el rey, aunque no lograron el monarca le quitara la confianza, dudara de su fidelidad o prescindiera de sus servicios».

Estilo

Indagar si hubo o no y en caso de ser positivo, cuántos géneros o estilos literarios existieron a lo largo de la Edad Media forma uno de las primordiales dificultades que ha de afrontar una hipótesis  crítica de la literatura mínimamente seria.

Cualquier ahínco de historiar esta época debe de comenzar con esta problemática previa y considerar a la obra escrita no sólo como objeto que debe agruparse con mayor o menor acierto, sino, sobre todo, como sujeto de una consciente voluntad de autoría que, en la mayor parte de las ocasiones, habrá de verse obligada a inventar los recursos formales que le permitan reconocerse en el signo textual propuesto.

Admitir esta propuesta lo que podría ser la, hipótesis del autor resulta imprescindible para entender los sistemas de articulación de unos iniciales moldes genéricos, cuya originalidad depende sólo de la visión particular con que cada escritor aceptará y se desviará de la normativa retórica greco-latina; ésta siempre existirá, por supuesto, como una necesaria base de regulación formal; basta con recordar que ya Aristóteles concebía el discurso literario como un sistema de relacionar al oyente (o receptor) con un entramado lingüístico sugeridor de su propia referencialidad.

Pasaron intacta a los grandes compendios romanos y, a las disciplinas gramaticales del período medieval, en estas artes no se va a hallar una sistemática explicación de las categorías genéricas, pero sí, en cambio, se van a tener principios de organización y de reflexión textuales que, en su ajuste a las variedades de lenguas vernáculas, conformarán los primeros cauces genéricos.

Al no haber una certeza de las normas, los géneros clásicos, por llamarlos de alguna manera, deben esperar a que cada uno de esos métodos lingüísticos logre la suficiente madurez como para poder aprehender en sus operaciones lógicas y dialécticas, la visión de la realidad de que eran portadores.

Es entonces cuando puede conseguirse una muy antigua hipótesis sobre el fenómeno de la literatura, tal como ocurre, en España, a lo largo del siglo XV, antes ocurren acercamientos que van desde la configuración de una terminología genérica hasta la explicación de las distintas funciones que ahí autor le cumplía desarrollar en su obra.

En esta disposición, vale tanto la improvisación como la consecuente aceptación de esos modelos organizativos de las artes retóricas, porque no se trata de emplearlas, con todo la severidad posible, en el proceso de la creación textual, sino, esencialmente, de incorporarlas a la concepción lingüística de la realidad, para que la obra producida pueda ser signo de un tiempo y de un espacio concretos.

Sólo cuando los autores alcancen hacerse de la normatividad clásica y de sus elementos de textualidad, acomodándolos a su propia visión del mundo, cabrá configurar un preliminar cuadro de relaciones genéricas, siempre podrá, desde luego, trazarse un útil inventario de las oratorias de la antigüedad presentes en las bibliotecas medievales, pero lo que no podrá es fijarse, con ellas, es un modelo estético de esa época y, mucho menos, una consecuente reconstrucción de posibles géneros literarios.

Estos empezaron a establecer sus rasgos de formalización en el instante en que el autor piensa sobre la variedad de posibilidades de contar reescribiendo una materia argumentaría, asegurada, por lo general, por una larga costumbre, es lo que sucede, por ejemplo, con la historiografía alfonsí, la Estonia de España quedó suspendida en el cap. 616, hasta ahí, los escritores iban combinando datos y noticias provenientes de autoridades íntegros, pero la situación se enredó cuando concurrieron, como fuentes, los cantares de gesta que «contaban» los sucesos de otra manera.

Al contradicción histórica se unía una grave contradicción semántica que obliga a los historiadores a intervenir en el discurso que conforman, si esto ocurre en la primera crónica general, escrita en castellano, que se escribe garantizada por una hipótesis formal, implícita en unos textos que están siendo (trasladados), piense en la inseguridad al adecuar materias textuales que escaseaban de la influencia de la historiográfica y que exigían inventar hasta los mínimos elementos de disposición textual.

Eso es lo que conduce a justificar en el prefacio de tales obras los esbozos preposicionales improvisados y hasta aducir como parte del topos de la falsa humildad, la conveniencia de que el libro no se daba por concluido, sino que quedaba a disposición del que lo supiera continuarlo, tal y como indica Ferrán Martínez o quien fuera en su Prólogo al Libro del caballero Zifar.

El escritor es consciente, por ello, de las muchas tensiones a que le está expuesto el proceso de escritura que está configurando, y no se intenta exclusivamente solucionar los problemas lexicológicos o de manifestar la suficiente destreza como para poder sugerir diseños oracionales que acojan las operaciones discursivas del pensamiento humano.

Es preciso, junto a esto, crear un modelo abstracto que permite existir, como totalidad, a la obra en sí, tales moldes, por supuesto, serán los responsable de definir unas predecibles organizaciones textuales que, en caso de ser seguidas, terminarán por producir un cauce genérico.

La riqueza del mismo depende de la necesidad que posean los grupos sociales, destinatarios de esas obras, para entender su relación con el medio en el que viven, las obras literarias medievales tienen, en este sentido, una clara función de significar la realidad exterior, para convertirla en esquemas de conocimiento de fácil asimilación.

Esta concreta dependencia del receptor con el texto en el que consigue repetidos los mecanismos de su individualidad y de su socialización es la que determina el éxito o el fracaso de unos hipotéticos grupos de obras literarias, los libros sentimentales expanden su predominio hasta la mitad del siglo XVI.

Y por causas parecidas, los romances prosísticos experimentan tantas y variadas materias para desarrollar los elementos constituyentes de la ficción, desde las hagiográficas a las puramente maravillosas, el del romance puede necesitar, para afirmarse, las estructuras formales de otros géneros.

Llegan a confluir en una misma obra dos modelos, que es lo que ocurre, con las cuatro vidas de santos que abren el conocido escurialense, sirviendo de preámbulo para los esquemas temáticos que los otros textos, una obra como la Vida de Santa María Egipciaca se escribe según los diseños de organización formal de las vitae, que son las que proporcionan el texto base, pero, en su (traslación) y correspondiente reconversión lingüística, ese texto se ha amoldado a unos patrones de recepción textual que lo han acercado a esos romances que encabeza.

Los modelos genéricos que son tomados por don Juan Manuel, al margen ya de las nociones abstractas que se desprenden de la teoría a la que se entrega don Juan, su amplia y extendida obra es el marco de gran cantidad de códigos manifiestos en que él, simplemente, obedece o bien modifica, dependiendo esto último de las variedad de técnicas experimentadas.

En principio sigue unos modelos que pone a su alcance la costumbre, en que apartando a esos libros le brinda una fuerte base de investigación formal de donde nacerán viradas y muy reveladoras que a la postre, propiciarán la aparición de modelos genéricos propios y exclusivos del autor.

Don Juan estaba acostumbrado al arte de la gramática, que pensaba imprescindible en el sistema educativo de los jóvenes, pero no debió de ir más allá en el perfeccionamiento de su (letradura), como se concluye del cap. III del Libro enfenido en el que vuelve a resumir la formación más adecuada para los adultos que pertenecen al estado de la nobleza.

El conocer la (letradura) es significativo pero tiene el límite que establece la materia heroica, así que es posible que don Juan no aprendiera las artes poética ni las artes dictaminis, por lo que debían de ser muy poca las nociones teóricas sobre la composición escrita, tampoco parece muy posible que de la grammatica, pasara a la lógica y a la dialéctica, a pesar de conocer los alcance de estas artes.

De ahí que, regularmente, está solicitando la presencia de sus procedimientos tediosos y demostrándolos como parte del proceso de su creación, escribir, para él, representa mostrar con orden una materia argumental que ha sido sometida a las disposiciones de su pensamiento, que acaban siendo tan fundamentales como las propias líneas de contenido expuestas.

Si no, véase cómo en el LCE hay capítulos en que los personajes gastan más espacio en pelear por el estilo ventajoso para orientar un determinado asunto que en desarrollarlo posteriormente, podría llamarse, a estos procesos, (intrigas conceptuales), ya que se agrupan en la recreación de las circunstancias en que sucede el debate ideológico, tornándolo más verosímil.

En estos rasgos debe distinguirse el LCE del extraviado texto de la caballería, más cercano a los convenios teóricos sobre esta materia, de uno a otro, don Juan ha asumido unos principios formales de composición, nacidos del específico entramado de textualidad al que se ha enfrentado, es por esto que en su obra son continuas y van incrementando en igualdad las reflexiones sobre su trabajo de escritor y sobre la tarea que él debe realizar en el espacio textual que está configurando.

Puede ser que la redacción del texto de la caza suministrara a su conciencia de autoría el espiral necesario para colocar en el interior del discurso argumentos como un componente más de su estructura o, incluso, como un personaje cuyos hechos y pensamientos merecen ser dichos para demostrar unos esquemas de contenido previos, son las 22 oportunidades en que Julio recuerda aquel amigo llamado don Juan.

En él LE. Justo cuando el escritor es absorbido por los elementos de ficción de su obra, ocurrirá la más extrema modificación de los moldes genéricos en que esa creación se afirma, ya don Juan, en él LE, parte la visión única de su obra pasada, es una pieza historiográfica. El LCE es un manual de caballería y el LC es un tratado cinegético.

Frente a tales textos, él LE asombra la variedad de aspectos que se dan cita en su origen, una fábula oriental, un discurso sobre la organización de los estados, otro acerca la vida de Cristo, unas preocupaciones sobre la guerra y que genera la creación de un diseño estructural completamente nuevo y en nada parecido a escritos parecidos, a los que don Juan podía haber acudido en busca de informaciones.

Su carácter de autoría, incluye en la estructura textual, es la que ha generado las modificaciones puntuales que genera la desviación con respecto a los modelos originales, por supuesto, él LE, a pesar de originalidad de este diseño alcanzado, no alcanza a ser el punto de partida de un género literario nuevo, necesariamente por el control que ejerce la personalidad de don Juan sobre su obra, lo que impide una posterior emulación de esas oportunidades formales.

Es lo que ocurre, de igual manera, pero en otras medida, en un exemplario sin más, ya que el marco narrativo es el que crea don Juan, su propia adhesión en el cierre de los ejemplos, el Libro de los proverbios y, sobre todo, el último tratado religioso levantan un modelo textual, excelente e irrepetible, sujeto a los pensamiento políticos, religiosas y estamentales del autor, tal como se  muestra la identidad de los personajes que conducen la discusión, el resultado es de una precisa singularidad.

Terminando a la fin una doctrinal de príncipes, más otros variados discursos, el LCLuc se constituye en un manual del consejero con una clara unidad religiosa, estos dos libros se crean entre 1327 y 1335 y que don Juan toma por estas fechas los hechos más peligrosos y graves de su camino vital, el arresto de su hija, perdida del Adelantamiento, nuevas nupcias.

La guerra contra Alfonso XI, falsedad, pausas inciertas, abandono de campañas militares contra los árabes, huidas precipitadas de la ira del monarca; en este tiempo en que la realidad muestra su vertiente más hostil al escritor es cuando acontece esa fabulosa entrada en esas instancias narrativas de sus obras, a fin de experimentar en ellas lo que el mundo exterior le niega.

Ésta es la raíz de visión personal literaria que lleva a la generación de unos modelos genéricos que sólo pueden valer a sus fines personales expresivos, en cambio, en su etapa final, ya derrotado concluyentemente por Alfonso XI, don Juan, que toma por cumplida la venganza de su enemigo a través de los últimos libros, no variará, en apariencia, los géneros a los que dirige su mirada, el Libro enfenido se inserta en la costumbres de los manuales de castigos, la obra de las tres razones es un vivo ejemplo de la literatura linajística y el Tratado de la Asunción es un discurso-sermón sobre asuntos teológicos.

Don Juan, en principio, no cambia esos diseños es porque los asemeja con tal conciencia que los convierte en parte de su ser y de su pensamiento, es por esta razón, que en las tres piezas, surge su yo dominando todos los dobleces de la composición, y esto es de una originalidad más absoluta que las metamorfosis genéricas en que antes se había involucrado.

Tómese como ejemplo el Libro enfenido, tras crear a sesudos y entendidos consejeros (el caballero anciano, Julio, Patroneo), don Juan terminara por desplazarlos y él ocupar su lugar, con todas las secuelas que esto sobrelleva no sólo enseñar su sabiduría especial, sino que se convertirá, a la vez, en el único plano de textualidad real e importante.

Luego ocurren esas manifestaciones autobiográficas, más coloreadas de costumbre oral que de verdad histórica y como extremo, esa irritable publicación de su fe religiosa, estas tres obras comparten, un mismo punto de vista formal, a don Juan no le importa tanto indagar sus oportunidades expresivas, como subordinar todos los conceptos hipotéticos de ese punto de vista literario a una urgente aseveración de su ser.

El único fortín en el que puede seguir sintiéndose fuerte es el de la creación literaria, motivo por el cual se adueña de todos sus elementos. A resumidas cuentas, el comportamiento de don Juan hacia la costumbre genérica que podía conocer puede resumirse del siguiente modo:

A) Aprobación y enseñanza de una mínima teoría poética. Años 1325-1327. Obras conservadas, la conciencia de autoría de don Juan se ocupa en solucionar conflictos técnicos de composición. Primeros experimentos literarios, en el ámbito narrativo del LCE y juegos de impersonalidad del LC. Y no existen cambios en los cauces genéricos recorridos.

B) Transformación y ejecución de los elementos de la teoría literaria experimentada. Años 1327-1335. El yo del autor se transforma en parte activa del proceso de la creación, meditaciones y aspectos especulares muestran este desarrollo, quebranta de los límites lógicos de la realidad y de la ficción.

La unidad autor-obra se muestra como metáfora de la lectura que don Juan sugiere para su obra, violación de los esquemas genéricos y creación de otros originales, que reproducen los rasgos de literariedad descubiertos por el autor.

C) Absorción y evolución del autor en el espacio textual diseñado. Años 1336-1348, El mundo interno de don Juan captura el sistema de significados de sus obras como el último ámbito en que puede existir.

Si te gustó este artículo, te invitamos a visitar los siguientes enlaces:

 

Sigue Leyendo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Subir

Usamos Cookies. Política de Cookies