Juana La Beltraneja, la verdad sobre La Humillada

Te invitamos a conocer más sobre la vida de Juana La Beltraneja, hija del rey Enrique. Su historia estuvo marcada por la polémica y el desacierto. Llegó a cuestionarse su parentesco con el rey, a quien muchos señalaban de homosexual e impotente. Su llegada al mundo fue inesperada y cambió por completo la historia del siglo XV en España.

JUANA LA BELTRANEJA

Juana La Beltraneja

En esta oportunidad estaremos conociendo más acerca de la vida y trayectoria de una de las mujeres más emblemáticas y recordadas en la historia europea como lo fue Juana La Beltraneja. Originalmente su nombre fue Juana de Castilla, sin embargo la mayoría de sus enemigos le colocaron el apodo de “La Beltraneja”. Nació en España, específicamente en la ciudad de Madrid y murió también en tierras europeas, para ser más concretos, en la capital portuguesa de Lisboa.

Juana La Beltraneja fue considerada como una infanta castellana. Durante su vida logró destacar como reina de Castilla y de León y reina consorte de Portugal. Se vio obligada a abandonar su rango por tratado a todos sus títulos y señoríos, incluso a su calidad de infanta castellana y de alteza, siendo nombrada legalmente, por real decreto portugués, “a Excelente Senhora”, hasta su muerte en el exilio en Portugal.

De acuerdo a lo indicado en su biografía, Juana La Beltraneja fue hija de Enrique IV, de quién heredó todo su poder debido a que era su única hija, mientras que su madre fue la reina Juana de Portugal, hija de Eduardo I de Portugal. Es importante señalar que muchos de los miembros de la nobleza castellana se rehusaron en reconocerlas como hija biológica de Enrique IV.

En un momento Juana llegó a dudar de quién era su verdadero padre, tanto así que ejerció acusaciones en contra de su padre de presuntamente haber obligado a la reina Juana de Portugal a tener un hijo con Beltrán de la Cueva, sin embargo los dos desmintieron tal hipótesis mediante un juramento público. Para ese entonces habían sospechas acerca de la imposibilidad de Enrique por tener hijos. Él había estado casado con Blanca de Navarra y ese matrimonio no tuvo hijos.

A pesar de que el rey Enrique IV tuvo muchos amoríos a lo largo de su vida, incluyendo algunos duraderos, en ninguno de ellos logró tener hijos, convirtiéndose así Juana La Beltraneja en la única y real absoluta heredera de toda su fortuna.

Para nadie es un secreto que Juana La Beltraneja se convirtió en uno de los personajes más polémicos y a su vez influyentes en la historia de España, tanto es así que muchos consideran que sin ella la historia del siglo XV hubiese sido otra completamente distinta a la que fue en realidad. Ella fue descrita como la tristemente famosa hija del rey Enrique, llamado como “El Impotente”.

JUANA LA BELTRANEJA

Aunque ciertamente Juana La Beltraneja no tuvo la culpa de todo lo que vivió, lamentablemente su llegada al mundo ocurrió en el momento menos indicando, además que nació en el lugar que menos le convenía para su futuro. Recordemos que ella nació en la década de 1462 como fruto de la unión sentimental entre el entonces rey de Castilla Enrique IV y Juana de Portugal.

Muchos se preguntarán ¿Por qué fue un mal lugar donde nació Juana? Lo fue sencillamente porque nadie se esperaba su nacimiento, ni siquiera sus propios padres la habían planificado traerla al mundo. En pocas palabras fue una hija inesperada y sorpresiva, sobre todo por los fuertes señalamientos que reposaban sobre la vida de su padre. Para esa época se aseguraba que el rey Enrique era homosexual y que además tenía dificultades para ser padre.

Sin embargo, el nacimiento de Juana La Beltraneja acabó por eliminar todo tipo de señalamiento que había sobre la vida del rey Enrique. Su llegada al mundo también cambió los planes de muchas familias nobiliarias de la época, quienes ya había planificado con anterioridad el cómo repartirse una corona que al parecer no tenía sucesor dado a la imposibilidad del rey de tener hijos. Juana La Beltraneja vino a cambiar toda una realidad

A todo lo anteriormente descrito hay que añadirle un factor más. La tía de Juana La Beltraneja, a que con el tiempo se convertiría en Isabel la Católica, estaba considerada para la época como una de las mujeres más intrigantes de toda la historia española. Ella era capaz de hacer todo tipo de locura con tal de ser reconocida como la verdadera sucesora de la corona de su hermano, el rey Enrique. No obstante, la llegada de Juana la Beltraneja cambió sus aspiraciones.

Juana tuvo una vida demasiado complicada para ser hija de un rey. Lamentablemente los adversarios de su padre comenzaron a ejercer acusaciones en su contra, causando graves daños morales en su vida. Los enemigos llegaron a dudar de su legitimidad, diciendo que el verdadero padre de Juana era Beltrán de la Cueva, a quien acusaron de haber fecundado a la reina Juana. De allí proviene su extraño apodo.

La verdad es que Juana La Beltraneja, con tan solo unos años de vida, le tocó enfrentar una de sus primeras batallas. Su tía, sin mediar palabra ni negociación, procedió a robarle los derechos al trono, por lo que pasó a ser una simple bastarda, luego de ser la hija del rey Enrique. Con el transcurrir de los años, su realidad pareció cambiar. Su papá nuevamente la nombró como heredera por un enfrentamiento con su hermana.

JUANA LA BELTRANEJA

Tenía todo para ser la reina, sin embargo al frente de ella estaba su tía Isabel, que no era un enemigo fácil de vencer. Tras la muerte de Enrique IV en el año 1474, estalló una guerra civil entre dos bandos. Juana La Beltraneja estaba respaldada por el rey Portugués, quién era familia de su madre. Los choques más importantes ocurrieron en Toro y en Albuera, pero lamentablemente los resultados no fueron positivos para el bando de Juana.

Tras haber sido derrotada en la guerra civil, Juana La Beltraneja no tuvo más opción que huir de su país natal España y trasladarse en calidad de refugiada a Portugal. Estando en ese país ingresó en un convento de la ciudad de Coimbra. En ese lugar vivió gran parte de su vida, aunque antes de su muerte se trasladó a Lisboa y nunca más volvió a su querida España.

Infancia de Juana la Beltraneja

Para hablar de los primeros años de vida de Juana La Beltraneja, resulta necesario en primer lugar conocer sobre sus antecedentes familiares, especialmente su padre; el influyente y poderoso rey Enrique IV. Recordemos que éste rey llegó a recibir el apodo de “Impotente” por parte de sus enemigos. Fue llamado así porque no logró tener hijos durante su primer matrimonio con Blanca II de Navarra, además por ser de dominio público la dejación que hacía de sus obligaciones conyugales.

Por esa razón es que la noticia de que sería padre por primera vez generó mucha polémica en su momento. Una vez que se supo que Juana de Portugal estaba embarazada de Enrique IV, comenzaron a circular una serie de rumores que aseguraban que la hija de la mujer no era realmente del rey sino producto de una relación de infidelidad que tuvo con uno de los privados del monarca, Beltrán de la Cueva.

A partir de esa polémica fue que la recién nacida princesa comenzó a ser llamada como “La Beltraneja” por parte de sus adversarios. Sin embargo las hipótesis plateadas no tenían ninguna validez, puesto a que las fechas del supuesto amorío con Beltrán y el nacimiento de la niña no coincidían.

Transcurrieron algunos meses de su nacimiento hasta que la niña fue presentada como Princesa de Asturias y heredera del reino ante las Cortes. Dicho nombramiento ocurrió un 9 de mayo de 1462 en los espacios de la iglesia de San Pedro el Viejo situada en la ciudad española de Madrid, lugar de nacimiento de Juana La Beltraneja. A partir de allí comenzaría una etapa de mucho poder e influencia por parte de la ahora princesa de Asturias.

JUANA LA BELTRANEJA

A sus dos años de edad le tocó vivir una de las experiencias más difíciles de su vida tras los enfrentamientos en contra de su padre, el rey Enrique IV. Los enemigos llegaron a calificar de ilegítimo el nombramiento de Juana La Beltraneja como princesa y tomaron partido por el hermano del rey, el infante Alfonso.

Para tratar de buscar una salida a los conflictos presentados, el monarca intentó ejercer un acuerdo por el cual se avala la unión matrimonial entre Alfonso y su hija Juana. Así en el año 1464, Alfonso es nombrado como el nuevo heredero y sucesor del reino. Vale la pena mencionar que Enrique IV propuso al rey Alfonso V de Portugal, poco antes, el matrimonio de Juana con el infante, Juan, quien era hijo del portugués.

Al final ninguno de los acuerdos se concretó, todo lo contrario, el monarca de Castilla procedió a heredar por segunda ocasión a su hija al reconocer en el Tratado de los Toros de Guisando, como princesa de Asturias a su hermana Isabel, con la condición principal de que ella contrajera matrimonio con el príncipe escogido por él.

Años después, específicamente en la década de 1468 y 1469, se volvió a realizar un nuevo intento de casar a Isabel con Alfonso V de Portugal, hermano de la reina de Castilla, y a Juana, renovando el antiguo proyecto, con Juan, quién era el primogénito de Alfonso V, con la condición por delante de que Juana fuese reconocida como la sucesora de Isabel en caso de que ésta muriera sin tener hijos. Dichos acuerdos tampoco se concretaron en ningún momento de la historia.

Juana la Beltraneja: Una princesa bajo custodia

Si bien es cierto que Juana La Beltraneja se convirtió en la heredera y única hija del poderoso rey Enrique IV, también fue una realidad que gran parte de sus años de vida los pasó bajo custodia por parte de la nobleza, que encontraron en ella una valorada rehén A partir de la década de 1465 hasta 1470, la princesa se mantuvo custodiada por el conde de Tendilla Íñigo López de Mendoza en los castillos de Buitrago del Lozoya y Trijueque.

JUANA LA BELTRANEJA

A partir de la década de 1470 y durante cuatro años seguidos, la princesa Juana La Beltraneja se mantuvo bajo la custodia de Juan Pacheco en los espacios del castillo de Escalona y en el alcázar de Madrid. Un año más tarde, es decir en 1474 hasta 1475, la custodia de Juana corrió bajo la responsabilidad de Diego López Pacheco en el alcázar de Madrid y en los castillos de Escalona y Trujillo.

Esponsales con el duque de Guyena

En la década de 1469, Isabel contrajo matrimonio de forma secreta con el infante Fernando de Aragón, violando de esa manera el acuerdo que había suscrito con su hermano Enrique IV, quien por un momento de rabia por la traición de Isabel, se vio obligado a hacer algo que jamás había pensado, como era entregar a su propia hija.

Es cierto que Enrique IV siempre le hizo saber a su hija Juana el amor de padre que sentía por ella, sin embargo, la traición de su hermana Isabel lo llevó a entregar a su única hija a los embajadores de Luis XI de Francia, quién le solicitó la mano de Juana para el duque de Guyena, hermano del francés. El acuerdo de entrega se firmó en Medina del Campo en el año 1470 y selló el compromiso matrimonial entre las partes.

Tras una solicitud por parte de Juan Pacheco y los embajadores de Francia, el rey Enrique IV procedió a eliminar el Tratado de los Toros de Guisando, luego de jurar, en compañía de su mujer, que la infanta Juana era su hija legítima. El 26 de octubre se verificó la Ceremonia de la Val de Lozoya en el despoblado Santiago, entre Gargantilla del Lozoya y Pinilla de Buitrago, no lejos de Buitrago del Lozoya.

Juana e Isabel, sobrina y tía

El 11 de diciembre de 1474 el rey Enrique IV falleció. Antes de morir ya había notado el desastre que existía en el enlace de Juana, tomando en cuenta que dicho duque había muerto en 1472. Por ese motivo hizo nuevas e infructuosas tentativas para procurar un apoyo a su hija, casándose con el citado Alfonso V o Juan de Portugal. Por un momento se pensó en la idea de entregar como esposo de Juana a Enrique Fortuna, infante de Aragón o a Fadrique, infante de Nápoles.

De forma misteriosa el testamento que había redactado el rey Enrique V desapareció, lo que aprovecharon los aliados de Isabel para argumentar que el rey había fallecido sin redactar ningún testamento. De acuerdo a lo expresado por Lorenzo Galíndez de Carvajal, un clérigo de la ciudad de Madrid escapó con el testamento con destino a Portugal.

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Antes de morir, la reina Isabel recibió información sobre el paradero del testamento de Enrique y autorizó a sus fuerzas para que hicieran todo lo posible por encontrar el documento y traerlo hasta ella. Después de mucho esfuerzo, el testamento por fin es hallado y llevado a la corte en 1504, días antes del fallecimiento de la reina Isabel. Mucho se dijo acerca del documento; por ejemplo hay quienes argumentan que fue quemado por el rey Fernando, mientras que otros aseguraban que se lo quedó un miembro del consejo real.

Guerra civil

En esta parte de nuestro artículo vamos a conocer algunos detalles históricos relacionados con la heredera Juana la Beltraneja y la denominada Guerra Civil, acontecimiento que marcaría por completo la historia de España y su reinado.

Bando de Juana

Una vez confirmado el fallecimiento del rey Enrique IV, alías el Impotente, la mayoría de los miembros de la nobleza tomaron la decisión de respaldar los ideales impulsados por la reina Isabel I, en otras palabras, la alianza de las coronas de Castilla y Aragón; sin embargo algunos integrantes de familias altamente influyentes de Castilla se arriesgaron y demostraron su respaldo al partido liderado por Juana.

Ya para ese entonces Juana había sido nombrada como reina por parte de Diego López Pacheco y Portocarrero, un marqués de Villena que poseía gran poder e influencia, especialmente en las zonas meridionales de Castilla la Nueva por sus inmensos estados, que se prolongaba desde Toledo a Murcia. Sin duda alguna que el apoyo de Diego López era uno de los más importantes para las aspiraciones de Juana.

Pero el respaldo a Juana no quedó solamente en Diego López. Otra de las personalidades que mostró su apoyo hacia ella fue el duque de Arévalo, que poseía gran influencia y prestigio en Extremadura. En el mismo bando entraron el marqués de Cádiz, el maestre de Calatrava, un hermano de este y el arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo.

Reina de Castilla y Portugal

Las fuerzas aliadas que respaldan a Juana La Beltraneja estaban conscientes de que su rival, es decir, Isabel, tenía mucho más poder y dominio para ese momento. Por esa razón es que los defensores de Juana toman la decisión de acudir al rey portugués Alfonso V para solicitarle el apoyo para Juana, que recordemos era su sobrina. Le plantearon además la idea de casarse con ella, lo que lo convertiría también en rey de Castilla.

JUANA LA BELTRANEJA

Después de analizar y estudiar a profundidad la propuesta planteada por los defensores de Juana, el rey portugués Alfonso se arriesga y acepta el trato. Una de las primeras acciones que hizo fue enviar un escrito dirigido a Isabel y Fernando, donde les pide encarecidamente renunciar a la corona en favor de Juana, como única vía para impedir las consecuencias de la guerra.

Tras la advertencia, el rey portugués Alfonso pasó la frontera acompañado de más de 1600 peones, además de unos 500 caballos aproximadamente. El recorrido continuó hasta Extremadura y llegó a Plasencia, donde recibió el apoyo de nuevas fuerzas, entre ellas las del marqués de Villena y la del duque de Arévalo, quienes se unieron a favor del bando de Juana.

Fue estando en Plasencia donde se desposó con Juana un 25 de mayo de 1475, al mismo tiempo dirigía mensajeros a Roma pidiendo la dispensa del parentesco que entre ellos existía. Después de firmarse el trato, los entonces desposados Juana y Alfonso recibieron el nombramiento como reyes de Castilla, y se expidieron cartas a las ciudades, exponiendo el derecho de Juana y reclamando la fidelidad de estos.

A través de dichas cartas, que fueron dadas a conocer por el entonces secretario Juan González, Juana hace saber que su padre, el rey Enrique IV, estando ya en sus días finales de vida, procedió a declarar solemnemente que ella era su única hija y por consiguiente se convertía así en la heredera legítima y absoluta.

La verdad es que Juana siempre quiso impedir el desarrollo de una guerra civil en su país natal, y para ello propuso que el voto nacional fuese el que se impusiera como factor principal en la búsqueda de una solución al conflicto. En una de sus tantas cartas escritas dirigidas a las ciudades y villas del reino, Juana expresó lo siguiente:

“Luego por los tres estados de estos dichos mis reinos, e por personas escogidas de ellos de buena forma e conciencia que sean sin sospecha, se vea libre e determine por justicia a quien estos dichos mis reinos pertenecen; porque se excusen todos rigores e rompimientos de guerra”.

Comienzan los enfrentamientos

A pesar de las buenas intenciones que tenía Juana por impedir el inicio de una guerra civil, la verdad es que sus esfuerzos no sirvieron de nada, pues tanto Isabel como Fernando decidieron empezar a organizar sus fuerzas para ir en contra del rey portugués Alfonso, quien no se preparó para un acontecimiento de éste calibre. Alfonso se encontraba prácticamente inactivo en Plasencia y Arévalo, mientras que sus enemigos ajustaban todo para iniciar la batalla.

En solo un mes, Isabel y Fernando alcanzaron armar un frente de batalla numeroso y amplio, conformado por más de cuatro mil hombres, cada uno con sus respectivas armas de defensa. También habían unos ocho mil jinetes y más de 30 mil peones. Los hechos violentos empezaron en diferentes puntos de la península. Alfonso V procedió a tomar el control de Toro y Zamora.

Mientras éste era el escenario de un bando, en el otro estaban los plebeyos, vasallos de Juana, que servían con repugnancia bajo las banderas portuguesas, y nos nobles que respaldan a la hija de Enrique IV se vieron obligados a triplicar sus esfuerzos para defender con todo los territorios de Galicia, Villena y Calatrava contra las fuerzas leales de Isabel.

Una gran cantidad de escuadrones de caballería de Extremadura y Andalucía se encargaron de ir en contra de las poblaciones fronterizas de Castilla, provocaron una de las tragedias más tristes en la historia de Portugal. Prácticamente causaron una desolación obligada en dichas tierras. Los nobles portugueses se quejaban en alta voz de estar acorralados en Toro cuando en su propia tierra se desarrollaba una verdadera guerra.

Juana, a pesar de tener una corta de edad para el momento de estallar la guerra civil, demostraba poseer grandes habilidades de reina y comenzó desde la localidad de Toro a dar órdenes a sus fuerzas aliadas. Alfonso V, por su parte, hubiera renunciado a sus intenciones a la corona, recibiendo en cambio en reino de Galicia, las ciudades de Zamora y Toro y una gran cantidad de dinero; no obstante, Isabel se negó a ceder un mínimo espacio de terreno.

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A pesar de ser leal a la ciudad de Burgos, fue necesario que Fernando procediera al asedio del castillo de mencionada ciudad, resguardado por Iñigo de Zúñiga, un partidario de Juana. Alfonso V de inmediato accionó para prestarle ayuda, sin embargo, luego de asumir el control de las localidades españolas de Baltanás y Cantalapiedra, decide dar unos pasos hacia atrás para no retirarse mucho de la frontera portuguesa.

No teniendo más opciones de ataque, los miembros del ejército que estaba a favor de la causa de Juana en el castillo de Burgos se vieron en la obligación de rendirse ante Alfonso de Aragón, hermano de Fernando. La derrota de los aliados de Juana en dicho lugar se concretó un 28 de enero de 1476.

La derrota de la guarnición de Juana en el castillo de Burgos se podría considerar como el punto de quiere de la guerra civil, debido a que la quiebra de prestigio de Alfonso desató la disolución del partido de Juana en Castilla y las deserciones de los soldados portugueses quienes, sin deseos de seguir al servicio del rey, volvieron a su país de origen.

Alfonso envió muchas cartas pidiendo apoyo militar a los grandes nobles juanistas que habían solicitado su intervención en Castilla, pero la verdad es que ninguna de estas fuerzas se mostró interesada en brindar respaldo militar a Alfonso, ni siquiera el poderoso marqués de Villena, Diego López de Pacheco. Solamente Alfonso Carrillo fue quién actuó junto al rey portugués en el día de la batalla de Toro. El resto de los grandes aliados de Juana no aparecieron para la guerra.

Desde la Fortaleza de Burgos, Fernando pasó en diciembre Zamora, una localidad que en su momento había mostrado interés por apoyar la causa de Juana, pero al ver cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, decidieron nuevamente mostrar su apoyo a Isabel y procedieron a cercar a la guarnición portuguesa que se encontraba en la fortaleza.

Así mismo, Alfonso V, una vez que recibió en Toro las tropas de refuerzo de su hijo Juan a finales de enero de 1476, procedió a rodear a los miembros del ejército de Fernando que aún se encontraban en Zamora. Recordemos que muchos de ellos quedaron encerrados allí y no pudieron salir, lo que aprovechó Alfonso para atacarlos a mediados de febrero.

Batalla de Toro

Se conoce como “Batalla de Toro” a una de las guerras más históricas e importantes de España. Ocurrió en las cercanías de la ciudad del mismo nombre, que pertenece hoy día a a provincia de Zamora en España. La Batalla de Toro se llevó a cabo el 1 de marzo de 1476 e involucró a las tropas de los Reyes Católicos por un bando y a las tropas de Alfonso V de Portugal y del príncipe Juan de Portugal por el otro lado.

La Batalla de Toro se enmarca dentro de la denominada guerra de sucesión castellana la cual terminó con el triunfo para el príncipe heredero Juan de Portugal frente al ala derecha castellana, y con victoria de las restantes tropas fernandinas sobre Alfonso V. También es cierto que la batalla significó una importante victoria política para los Reyes Católicos, asegurando el trono en manos de Isabel y la unión de Castilla y Aragón.

La historia revela que en la Batalla de Toro, mientras que el rey portugués consiguió una inminente derrota, su hijo, en príncipe Juan, logró conquistar una importante victoria con sus aliados al ala derecha castellana, quedándose señor del campo de batalla:

“En el cuero de este discutido encuentro (batalla de Toro), en el que curiosamente ambos adversarios de proclamaron vencedores, las tropas de Alfonso V fueran derrotadas mientras que las de su hijo príncipe Juan, después de desarticular la vanguardia castellana (a la derecha, más avanzada), pudieron mantenerse ordenadas recogiendo los fugitivos de la tropa paterna” Arraiza – 1994

La Batalla de Toro dejó un resultado incierto en el contexto histórico español, sin embargo las consecuencias políticas de dicho acontecimiento acabaron por consolidar un importante triunfo para Isabel, que hizo proclamar heredera de Castilla a su hija en las cortes de Madrigal-Segovia en 1476. Se entregó a Fernando el castillo de Zamora el 19 de marzo de 1476, lo mismo ocurrió con Madrid y todas las plazas del centro del reino.

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El destacado historiador de España Manuel Ballesteros Gaibrois expresó lo siguiente de acuerdo a la batalla de Toro:

“Las amas tenían entonces la palabra. En...1476, en Toro, chocaban los ejércitos de la Reina de Castilla y del Rey de Portugal. No hubo verdaderamente una abierta y declarada victoria militar para ninguno de los dos bandos, es decir quedó indeciso el resultado;

pero, para extraer beneficios de este empate, volviendo todos los triunfos a su favor, estaba el genio político de Don Fernando. Sin reposar de las tareas durísimas del día, el esposo de Isabel despachó correos a todas las ciudades de Castilla, del reino aragonés e incluso a reinos extranjeros, comunicando la victoria de las armas de la legítima Reina...”

Tras conocerse la noticia, el partido de Juana procedió a perder poder y terminó desintegrándose por completo. Por su parte, el portugués, al ver que no contaba con mayor respaldo, decidió volver a su reino. Para Juana representaba el fin de un gran sueño anhelado.

Juana entra en Portugal

Una vez terminado los enfrentamientos enmarcados en la Batalla de Toro, Alfonso V decisión permanecer junto a sus principales fuerzas aliadas en tierras de Castilla aproximadamente durante unos tres meses, específicamente hasta el 13 de junio de 1476. Tal decisión generó mucha controversia en su momento debido a que Alfonso V había perdido el apoyo prácticamente de todos sus aliados castellanos, aunque también es cierto que logró mantener el respaldo de un número alto de fuerzas portuguesas en Castilla.

Su permanencia en Castilla le permitió a Alfonso V continuar con algunos ataques estratégicos en la zona de Salamanca y luego atacó otras zonas situadas en las cercanías de Toro:

“Alfonso nunca dejó de hacer cabalgatas y entradas por la tierra, actuando más como capitán de frontera que no como Rey, como sería apropiado para su persona real”.

El final de la guerra de Toro no representa en definitiva el cese de los enfrentamientos entres las fuerzas rivales. Luego de terminado dicho conflicto, los miembros del ejército portugués se preparó para ir en contra de sus fuerzas enemigas. En el mes de abril de 1476 se armaron para lanzar dos importantes operaciones militares que tenían la finalidad principal de capturar en primera instancia al rey Fernando y más tarde irían por la cabeza de la reina Isabel.

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Durante principios del mes de abril del año 1476, una vez concluida la batalla de Toro, el príncipe Juan decide regresar a tierras portuguesas, luego de más de un mes de terminado los conflictos armados. Su regreso a Portugal estuvo respaldado por una minoritaria parte de las tropas portuguesas para supervisar la defensa de la complicada frontera Portuguesa por los efectos de la guerra.

Mientras eso sucedía, la prima del príncipe Juan, es decir Juana, continuaba en su corte de Toro. Al frente de la fortaleza de Toro estaba Juan de Ulloa, quien recordemos había sido dado por desaparecido durante los primeros choques enmarcados en la batalla de Toro. Al frente de la fortaleza también se encontraba la esposa de Juan de Ulloa, Maria Sarmiento, quien respaldó la fortaleza hasta el 19 de octubre de 1476, rindiendo solamente la plaza cuando logró el perdón real y la conservación de sus bienes privados, aparte de la fortaleza de Villalonso.

Los planes que habían armado los reyes Católicos, que recordemos tenían el tiempo y los recursos mezclados de Castilla y Aragón a su favor, empezaban a arrojar sus primeros resultados positivos. Por el ejemplo el perdón negociado con los nobles rebeldes, el asedio de las fortalezas juanistas, la fuerte presión militar sobre las tierras fronterizas portuguesas, y por último, el inicio de la guerra naval, con el objetivo de atacar la fuente del poder y financiamiento de Portugal.

Alfonso por su parte tenía la intención de viajar con destino a Francia para sostener una reunión cara a cara con Luis XI para tratarlo de convencer para que no renovará la tregua con Aragón, la cual caducarìa en el mes de junio de 1476. Ese escenario no impidió el inminente retorno del ejército portugués el 13 de junio de 1476, y con el, Alfonso y Juana de Trastàmarca se marcharon definitivamente.

La guerra continúa

Para nadie es un secreto que la Batalla de Toro terminó sin una clara victoria para ninguno de los bandos enfrentados, sin embargo, los Reyes Católicos se podría decir que fueron los que mayor ventaja o beneficio obtuvieron tras el fin del conflicto. La guerra terminó concretamente en 1479, pero aún seguían puntos sin resolver, entre ellos, las notables diferencias entre Portugal y Francia.

Los caudillos de Isabel ganaron las villas y castillos de los magnates valedores de Juana, mientras el arzobispo de Toledo, el marqués de Villena y los demás terminaron por suplicar el perdón y jurar ante la reina Isabel el permanecer fieles a sus ideales. La fortaleza de Zamora se entregó específicamente el 19 de marzo de 1476, pero Toro permaneció firmemente en manos portuguesas aproximadamente por más de medio año, hasta que finalmente se entregó un 19 de septiembre.

Pero vale la pena aclarar que la pequeña guarnición portuguesa conformada por unos 300 caballos y que se encontraba bajo asedio en la fortaleza, solamente capitula el 19 de octubre de 1476. La historia indica que fueron tres las guarniciones portuguesas las que mostraron su rendición en Castilla: Zamora, Toro y Cantapiedra (Ésta última resistió por más de un año, hasta mayo de 1477). Los Reyes Católicos también procedieron a tomar el control del resto de las fortalezas juanistas que tenían sus guarniciones en castellanas.

En la década de 1479, el entonces rey de Portugal intentó renovar su empresa con ubicación en Castilla. Para eso envió una fuerza de caballeros a socorrer a la condesa de Medellín, hermana del marqués de Villena. Más el 24 de febrero, cerca de Mérida, el maestre de Santiago, Alfonso de Cárdenas, destrozó el cuerpo de 500 portugueses y 200 castellanos aliados, que sufrieron 85 muertos y algunos prisioneros. No obstante, el grueso de ellos logró alcanzar las ciudades de Mérida y Medellín, su objetivo estratégico.

La reina Isabel se encontraba para ese momento en Trujillo y desde allí se encargó de emitir órdenes para que sus fuerzas aliadas procedieron a cercar al mismo tiempo a Mérida, Medellín, Montánchez y otras fortalezas de Extremadura.

Otro punto a favor fueron los triunfos que consiguieron lograr los Reyes Católicos en la década de 1478: el papa Sixto IV eliminó el acuerdo anteriormente establecido para el matrimonio de Juana con Alfonso, por lo que la legitimidad de Alfonso V como rey de Castilla prácticamente quedó sin ningún tipo de validez.

A partir de ese momento, Isabel comenzó a ser reconocida como la reina de Castilla por parte de Luis XI de Francia, por medio del tratado de San Juan de Luz que se firmó el 9 de octubre de 1478. Dicho tratado elimina la alianza con Alfonso V, dejando Portugal aislado frente a Castilla y Aragón.

Portugal no solo se encargó de destruir una fuerza invasora conformada por más de dos mil caballeros castellanos en la Batalla de Maurao, liderada por el propio maestre de Santiago, sino que además pudo reconquistar cada una de las fortalezas que los castellanos habían tomado en Portugal, entre ellas Ouguela, Alegrete y Noudar.

Las autoridades portuguesas también demostraron tener la gallardía o valentía de preservar en sus manos muchas de las ciudades y fortalezas que con anticipación habían sido conquistadas en Castilla hasta el final de la guerra. Entre esas ciudades y fortalezas que se mantuvieron bajo el dominio de Portugal estuvieron Tuy, Azagala, Ferrera, Mérida y Medellín. Con esas dos últimas resistieron a fuertes asedios hasta la paz.

El conflicto naval concluyó con un contundente triunfo para las fuerzas portuguesas, reconquista de Ceuta que los 5000 castellanos del duque de Medina Sidonia habían conquistado con excepción de la ciudadela interior; expulsión con la captura de cinco naves y 200 hombres de la armada de 25 carabelas enviadas por Fernando para conquistar Gran Canaria y sobre todo, la decisiva batalla naval de Guinea en 1478.

Tales conquistas permitieron a las fuerzas portuguesas demostrar su gran habilidad de negociación durante los diálogos de paz celebrados en Alcacovas durante la década de 1479, dado a que le permitía trocar su renuncia al trono castellano por una parrilla muy favorable en el Atlántico. Esta solución realista reflejaba el resultado global de la guerra: victoria castellana en tierra y victoria portuguesa en el mar.

Si embargo desde la óptica de Juana, todo lo acontecido se trataba nada más y nada menos que de sacrificar sus derechos por la hegemonía atlántica y el oro de Guinea.

Fin de la guerra (tratados de Alcacovas y Tercerías de Moura)

El conflicto armado en tierras portuguesas se extendió hasta el 4 de septiembre de 1479. El entonces rey de Portugal trató neutralizar a los aragoneses en Castilla. Para ello se trasladó hasta Francia donde tenía el pienso de reunirse con el rey Luis XI a fin de conseguir una alianza entre ambos. También viajó a Flandes para tratar de buscar el respaldo de su primo carnal Carlos el Temerario.

Sin embargo para ese entonces, tanto el rey Luis XI como Carlos el Temerario eran rivales y no podían bajo ningún criterio trabajar juntos, todo lo contrario, luchaban entre sí. El duque falleció en Borgoña en el año 1477 a manos de los suizos. Así mismo abdicó brevemente de la corona portuguesa para que los nobles castellanos descontentos se pusieran a favor de su bando.

Luego de la revocación de la bula papal, además de ponerle punto final al acuerdo de cooperación existente entre Portugal y Francia y tomando en cuenta la derrota portuguesa de la Albuera, comenzaron a negociar dos acuerdos de paz entre Isabel I y Fernando V, y Alfonso V y su hijo heredero el Príncipe Perfecto, ya regente de Portugal, por mediación de Beatriz, infanta de Portugal, duquesa de Viseu y de Beja, madre del futuro rey de Portugal Manuel I.

La infanta portuguesa al mismo tiempo era la prima hermana y la hermana política de Alfonso V, y a su vez era la tía materna de quien sería la futura reina Católica. Los involucrados procedieron a firmar los dos acuerdos por medio de sus intermediarios. Ambos textos se firmaron en la zona portuguesa de Alcacovas y estipularon temas muy diversos entre sí.

Uno de los convenios acordó la sucesión dinástica e las coronas de Castilla, las Tercerías de Moura, obligando a los hijos primeros de los Católicos y al hijo único del Príncipe portugués, junto a sus primos los infantes hijos de la infante Beatriz, a vivir y recibir educación junto de esta princesa viuda en su señorío de Moura, tierra del ducado de Beja, que también le pertenecía.

El convenio también incluyó el acuerdo de unión matrimonial entre el nieto heredero de Alfonso V y la hija mayor de los Católicos, que iban a crecer juntos. Como parte de los sacrificios que debían hacerse para lograr el cumplimiento de los acuerdos, Alfonso V tuvo que desistir del título de rey de Castilla, además de las armas. También se vio obligado a renunciar a la mano de su sobrina Juana.

También se obligó a no respaldar las intenciones que tenía ésta al trono de Castillo, dándole a Juana un lapso de seis meses para que escogiera entre contraer matrimonio con el infante Juan, hijo de Fernando e Isabel, luego que el infante llegase a una edad avanzada, o retirarse a un convento y tomar el velo.

La joven Juana entendía perfectamente que sus intereses habían sido sometidos al sacrificios, pues la cláusula de su matrimonio futuro con el infante don Juan era irrisoria, dado que se agregaba que el infante, al llegar a la edad ideal, estaría en la disposición de rechazar aquella unión si no le gustaba, dejando a Juana sin más opción que el de recibir una indemnización de 100.000 ducados.

Por su parte el segundo acuerdo firmado, conocido por todos como el tratado de Alcácovas, que fue el resultado del triunfo naval en el Atlántico durante la guerra, bajo el comando de Mem de Palha, Jorge Correia y Diogo Cao, estableció varios puntos interesantes relacionados con las fronteras y el dominio de las mismas.

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En dicho acuerdo se establece las fronteras de expansión marítima y la respectiva jurisdicción de ambas coronas vecinas sobre el océano. Los líderes castellanos proceden a entregarle el reconocimiento a Portugal de algunos territorios, entre ellos la isla de Madeira y Azores, además del derecho de conquista sobre el reino de Fez así como el acuerdo para que Guinea y todos sus alrededores siguieran en las manos de Portugal. La corona de Portugal reconoce a Castilla la propiedad de las Canarias.

Exilio en Portugal

Bastante afectada emocionalmente por todo lo que había tenido que enfrentar hasta ese momento, Juana La Beltraneja toma la decisión de retirarse al monasterio de Santa Clara de Coimbra, desde donde pronunció sus votos un año después de haber llegado a ese lugar. Fernando e Isabel se encargaron de enviar a sus testigos a dicha ciudad ubicada en Portugal para que presenciarán la ceremonia.

Los testigos que fueron enviados a la ciudad de Coimbra por parte de Fernando e Isabel fueron Díaz de Madrigal y Hernando de Talavera (confesor de la reina). Precisamente Hernando se encargó de dirigir a Juana una exhortación en la que le informó que había asumido el mejor partido según los evangelistas, y terminó su discurso declarando que ningún pariente, ningún amigo verdadero, ningún consejero fiel, querrían apartarla de tan santa determinación.

A pesar de los votos pronunciados por la joven Juana La Beltraneja, fue inevitable que el hijo de Gastón de Foix y de Magdalena de Francia, hermana de Luis XI de Francia, Francisco Febo se interesara por solicitar la mano de ella en 1482. Recordemos que Francisco Febo era el heredero de Navarra, por lo cual tenía un futuro prácticamente asegurado por delante.

La solicitud de mano de Juana por parte de Francisco Febo se hizo a instigación del monarca francés. Dicha propuesta permitía al rey Luis XI suscitar dificultades a los reyes de Castilla y Aragón, que amenazaban el Rosellón. El fallecimiento de Francisco Febo impidió que las cosas continuaran adelante. Tiempo después, la diplomacia castellana-aragonesa le planteó a Juana casarse con el príncipe Juan, Heredero al trono, sin embargo Juana no se mostró en acuerdo a dicha oferta.

En el año 1500 el entonces rey portugués Manuel el Afortunado colocó sobre la mesa la unión matrimonial con Juana. Para ese momento se encontraba viudo de la infanta Isabel (hija de los Reyes Católicos) y estaba a la espera de la dispensa papal para desposar con su cuñada María, y con ello pretendía acelerar los trámites para obtener la dispensa.

Muchas son las versiones que existen en cuanto a la actitud tomada por el rey Fernando de Aragón y sus pretensiones de conquistar a Juana. Se llegó a especular que una vez quedó viudo de Isabel I en la década de 1504. dicho rey le planteó a Juana que se casara con él. De esa manera esperaba resucitar los títulos de esta princesa a la sucesión de Enrique IV y robar el reino de Castilla a Felipe de Austria, que gobernaba en nombre de Juana I.

No obstante, Juana la Beltraneja se negó en aceptar dicha oferta por parte del rey Fernando de Aragón. Es importante señalar que un tiempo atrás, el mismo rey la había declarado hija adulterina de Juana de Portugal y Beltrán de la Cueva.

Juana la Beltraneja, también conocida como la religiosa de Coímbra, tal y como la solían llamar los castellanos una vez que tomó el velo, tenía la costumbre de salir con frecuencia del convento. Luego de tantos esfuerzos y súplicas, por fin los reyes de Portugal accedieron a entregarle morada en el castillo de San Jorge de Lisboa, donde vivía con gran aparato protegida por los reyes de Portugal, los cuales insinuaron en más de una oportunidad que podían dar nueva vida a los derechos de la infortunada princesa Juana.

En la década de 1522, mientras Castilla se encontraba una vez más inmersa en una guerra civil, conocida como La Guerra de las Comunidades, Juana la Beltraneja entregó sus legítimos derechos a la corona de Castilla a beneficio del rey Juan III de Portugal. Finalmente Juana perdió su vida en el año 1530, estando bajo la calidad de exilio en Portugal. Sus restos mortales actualmente siguen sin poder encontrarse, luego de que el lugar donde se encontraba descansando en paz, fuese derrumbado produjo del terremoto de Lisboa.

Posteridad

Para nadie es un secreto que los aliados de la reina Isabel y todos sus descendientes trataron en varias oportunidades de eliminar de la historia cada uno de los logros alcanzados en vida por Juana La Beltraneja, como parte de sus planes por hacer creer que Juana no significó nada importante para la historia. Entre las acciones emprendidas por Isabel estuvieron la quema y desaparición de documentos históricos durante los siglos XIX y XX.

En la ficción

La historia de vida de Juana La Beltraneja fue llevada a la ficción como parte de un homenaje a la importante trayectoria desarrollada por este personaje de la historia europea. Una de las producciones más emblemáticas en las que se tocó la historia de vida de Juana fue en la serie de televisión “Isabel”; la cual fue producida y transmitida en su momento por Televisión Española. En dicho trabajo, la reina Juana fue interpretada por la actriz Carmen Sánchez y fue muy bien aceptada entre los espectadores.

Isabel fue una exitosa serie de televisión española del género ficción en la que se trató la vida de la reina Isabel I de Castilla. La producción fue transmitida desde el 10 de septiembre de 2012 y su último capítulo se transmitió el 1 de diciembre del año 2014. La trama estuvo protagonizada por Michelle Jenner y Rodolfo Sancho en los papeles de los Reyes Católicos.

La primera temporada de la serie Isabel constó de un total de trece capítulos y empezó a rodarse en el verano del 2011. Muchas productoras y canales de televisión, tanto de Europa como de otros continentes, se mostraron interesados por adquirir los derechos de la producción. De acuerdo a fuentes cercanas, la serie tuvo un presupuesto de 726 mil euros por capítulos.

La primera temporada trató básicamente el nacimiento de la reina hasta el momento de su proclamación como reina, tocando temas como las guerras civiles por el trono de Castilla y la unión matrimonial que tuvo con Fernando de Aragón. La serie también tuvo una segunda temporada que resultó muy bien recibida por parte de los espectadores.

Genealogía

* Predecesor: Enrique de Castilla / Princesa de Asturias: 1462-1464 / Sucesor: Alfonso de Castilla

* Predecesor: Isabel de Castilla / Princesa de Asturias, en paralelo con Isabel de Castilla: 1470-1475 / Sucesor: Isabel de Aragón

* Predecesor: Enrique IV / Reina disputada de Castilla; junto con Alfonso V de Portugal: 1475-1476 / Sucesor: Isabel I y Fernando V

* Predecesor: Isabel de Portugal / Reina consorte de Portugal y Algarves 1475-1479 / Sucesor: Leonor de Portugal

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