Descubre la biografía de Sófocles y sus obras

Sófocles

Sófocles es uno de los principales representantes de la tragedia griega. Hoy en día se conservan completas apenas siete de sus más de cien obras escritas, las cuales muestran la capacidad literaria y la belleza del drama en la Antigua Grecia. Sigue leyendo y conoce más de la vida de este gran escritor.

Sófocles

Biografía de Sófocles

Sófocles fue uno de los mayores representantes de la tragedia griega. Su biografía se fundamenta, principalmente, en la obra Vida de Sófocles, de autoría anónima. Otros datos provienen de reseñas encontradas en las obras de Aristóteles, Plutarco y Ateneo, entre otros autores griego.

La Suda (enciclopedia bizantina del siglo X que recoge la historia de la Antigua Grecia)  lo menciona en un breve artículo. Otros autores, como el griego Duris de Samos, escribieron también sobre Sófocles, pero esos documentos no fueron conservados.

Junto con Eurípides y Esquilo, Sófocles destaca como uno de los principales representantes de la tragedia griega. Sin embargo, de todas sus obras apenas se conservan completas siete tragedias, que están bajo resguardo por ser de gran importancia para el estudio y difusión de este género literario.

Sófocles nació en Colono, poblado cerca de Atenas, en el seno de una familia acomodada. Según los datos aportados por la Crónica de Paros, fue en el 497 o el 496 a.C. pero, según el escritor anónimo de Vida de Sófocles, fue en el año 495 a.C. Su padre fue Sófilo, quien se dedicaba a la fabricación de armas.

El famoso músico Lampro de Atenas fue su maestro, quien lo introdujo en el arte de la danza y le enseñó a tocar la lira. A sus dieciséis años era el más destacado en el coro que celebró con un peán (canto de fiesta o victoria en la Antigua Grecia), el triunfo en la Batalla de Salamina. Esta confrontación bélica, en la que participó Esquilo, ocurrió en el año 480 a.C., tiempo en el que nació Eurípides.

Sófocles

Sófocles era reconocido por su belleza física, pero su voz era débil. Disfrutaba de la música, la danza y la práctica de la gimnasia. Tiempo después del año 460 a.C., contrajo matrimonio con Nicóstrata, junto a quien engendró su primer hijo, Iofonte, que años más tarde se dedicaría a la tragedia la igual que su padre.

Cuando contaba con cincuenta años, se enamoró de una prostituta llamada Teóride de Sición, con quien tuvo a Aristón. Éste, a su vez, fue padre de Sófocles el joven, quien llegó a ser escritor de tragedias y era muy apreciado por Sófocles. La Suda menciona a otros tres hijos, pero no aporta mayores datos.

Además de su amor por las artes, Sófocles llevaba una vida política muy activa en Atenas. En el año 443 o el 442 a.C., era el responsable de administrar los recursos de la Liga de Delos, cargo conocido como heletómano. Gracias al éxito que obtuvo con su obra Antígona, representada en el año 442 a.C., fue designado estratego.

Desempeñó este cargo por primera vez en la Guerra de Samos, bajo la dirección de Pericles. Sin embargo, la unidad que comandaba cayó derrotada por Meliso. Se presume de Sófocles también participó como estratego en el año 428 a.C., durante el conflicto contra la población de Anea. Además, existe la posibilidad de que luchó en los años  423 y 422 a.C., durante el tiempo del general Nicias.

Por dos años, desde el 413 hasta el 411, formó parte del Consejo de los Diez Próbulos, que se creó en Atenas luego del fracaso de la Expedición a Sicilia. De acuerdo con su biografía anónima, Sófocles no se destacó como político, pero siempre amó a su ciudad y despreció las recurrentes invitaciones de autoridades para no salir de Atenas.

biografía de Sófocles

Una de las anécdotas que se relata en torno a este autor griego es sobre la desaparición de una corona de oro de la Acrópolis. Cuentan que Sófocles tuvo una visión donde Heracles le indicó donde se encontraba la joya. Luego de recuperarla, usó el dinero de la recompensa para levantar un santuario en honor a Heracles denunciador.

Según los datos recabados por la Suda, a Sófocles se le asigna la autoría de 123 tragedias. No obstante, la biografía anónima reseña que Aristófanes de Bizancio tuvo conocimiento de 130 obras que se le atribuyen al escritor, pero consideró que 17 de ellas eran falsas.

La primera vez que Sófocles participó en las Grandes Dionisias fue en el año 468 a.C. En esa oportunidad venció a Esquilo, quien fuera su sucesor en la tragedia griega. En total, fueron 30 veces las que compitió en estas fiestas en honor al dios Dionisio, de las cuales alcanzó la victoria en 18 oportunidades.

Además, participó en las Leneas, fiestas en honor al dios Baco en las que había competencias dramáticas, de las cuales resultó vencedor en seis oportunidades. De toda esta prolífica producción literaria, solamente sobrevivieron hasta nuestros días siete tragedias completas.

Sófocles también se desempeñó como teórico y escribió un tratado cuyo título es Sobre el coro, que se extravió. Se especula que es el responsable del aumento del número de actores, de dos a tres. Incrementó, además, el número de coreutas de doce a quince. Asimismo, implantó el uso de la escenografía y creó el Tiaso de las musas, donde se les rendía culto a estas personas míticas y se conversaba sobre arte.

Fue gran amigo del historiador Heródoto, a quien le rindió tributo en una oda de la que apenas se conservan fragmentos. En sus tragedias, refirió algunos pasajes de su aporte a la historia griega. También entabló amistad con Ion de Quíos y, en un fragmento de una de sus tragedias, el autor narra una anécdota para resaltar su ingenio. Asumió funciones religiosas: se desempeñó como sacerdote de Halón, un dios de la localidad ateniense. En el año 420 a.C. formó parte de los actos que se realizaron en Atenas cuando adoptaron el culto al dios Asclepio.

En su senectud fue señalado como tacaño en el tema económico. Su hijo Iofonte lo llevó ante un tribunal de justicia para solicitar que se le declarase incapaz de administrar sus bienes. Sófocles resultó absuelto luego de recitar de memoria parte de su tragedia Edipo en Colono.

Luego de la muerte de Eurípides, meses antes de la suya, Sófocles le rindió un sentido homenaje: presentó al coro vestido de luto y sin corona. Sófocles falleció en el año 406 o 405 a.C. Tras su deceso, fue venerado como un héroe. Al poco tiempo de su muerte, Frínico le rindió tributo en su obra Las musas:

“Bienaventurado Sófocles, que después de una larga vida
murió como un hombre feliz e ingenioso.
Hizo muchas hermosas tragedias.
Tuvo un fin agradable sin dolor alguno.”

Análisis literario

La obra sofoclea está llena de recursos literarios en los que las metáforas, los símiles y las ironías trágicas, dan belleza a estos dramas reconocidos en todo el mundo y que han trascendido nuestra cultura por más de dos mil años. Aquí, un breve análisis de Sófocles y sus tragedias.

vida de Sófocles

El teatro de Sófocles como forma literaria

Puede decirse que la tragedia sofóclea mantiene la siguiente estructura tradicional: el prólogo, que comprende una serie corta de versos recitados (en su mayoría trímetros yámbicos) como preámbulo de la obra. Presenta el argumento de la tragedia. Luego viene el párodo, que es el momento cuando el coro entra, bailando y cantando, seguido de episodios recitados por los actores.

En los episodios siguientes los actores dan continuidad a la acción dramática. Entre estas acciones, se presentan una serie de intervenciones del coro llamadas estásimos. En ellos, el coro ocupa su lugar tradicional en la orchestra, baila sobre el mismo lugar, y entona una composición poética con un métrica complicada.

Los intervalos que se presentan entre los estásimos y los episodios son aprovechados para hacer los cambios de vestuario de los actores. Estas partes corales presentan con frecuencia una forma de respuesta lírica, que comienza con una estrofa, seguida por su antistrofa o segundo canto (que se corresponde de forma idéntica con la estrofa en su esquema métrico y número de versos, entre otros aspectos.

Estas unidades métricas son cerradas con un “estribillo llamado epodo”. Luego, se cierra la obra con la despedida del coro, que se retira de escena forma apoteósica, mientras canta el llamado éxodo. Esta perfecta estructura se enriquece con la incorporación de otros elementos que hacen del conjunto una obra de gran refinamiento literario.

Estos recursos le sirven al poeta para profundizar en su argumento, contraponer ideas o presentar situaciones de forma artística. Estos son el centro de agón, que no es más que la confrontación de los personajes, que se presentan con diálogos cortos y muy vivos, como las esticomitías, en las que cada personaje usa un tipo de verso alternativo, que a veces culminan con interrupciones verbales, llamadas antilabái; la resis o el grupo de versos recitados por un personaje, amebeos, en un diálogo lírico entre el actor y un miembro del coro, y otros recursos más.

biografía a Sófocles

Elementos conceptuales

En lo que corresponde a la temática, el teatro concebido por Sófocles echa mano de recursos heroicos que dejan ver el vínculo que existe entre el teatro y sus orígenes religiosos. De hecho, de las 33 tragedias que se conservan hoy en día, pertenecientes al siglo V a.C., 24 tienen su tema central en los cuatro ciclos más importantes de personajes  mitológicos: Troya, Tebas, Micenas y el argivo Heracles.

Al parecer, estos ciclos mitológicos concentran de forma simbólica, por medios de traslaciones metafóricas, conscientes o no, a los más importantes arquetipos del comportamiento humano. Es posible que en tiempos de Sófocles los nudos míticos centrales hubiesen logrado cierto grado de complejidad.

Un ejemplo de ello podemos encontrarlo en la historia de Edipo, en la que se pueden superponer o entrelazar varios elementos de la mitología: el niño que es expuesto en el bosque como representación metafórica de su origen divino; el éxito y la ruina de Edipo simboliza el ciclo de crecimiento y muerte en la naturaleza.

De igual forma, el enfrentamiento entre Edipo y Layo puede ser tomado como un conflicto de generaciones. En cualquiera de los casos pudiera pensarse que los escritores griegos y, especialmente Sófocles, identificaron en los mitos una fuerza particular que les permitía ser abordados desde el drama y la poesía. Por otro lado, la versatilidad del mito permite diferentes formas de aproximación. El mismo Sófocles le da un tratamiento si se quiere libre y hasta personal, tal como se evidencia en sus obras Filoctetes, Electra y Antígona.

Otro elemento que vale la pena comentar es el papel que juegan los oráculos y los dioses en sus dramas. Por ejemplo, en su Tragedia Áyax, aunque no está presente la figura del oráculo, aparece el divino Calcante, el cual presagia que el protagonista es objeto de la burla y la ira de los dioses: “Dado que ya solo por este día le perseguiría la cólera de la divina Atenea, según decía en sus palabras el adivino”.

En su obra Las traquinias, es el oráculo el que vaticina la desventura de Heracles: “Sabes, entonces, hijo, que me dejó unos vaticinios dignos de crédito con respecto a esa ciudad”. Adelante, en la trama, la propia Deyanira lo ratifica: “Tales cosas decía, que estaba decretado por los dioses que pondrían fin a los trabajos de Heracles, según contaba que la vieja encina que hay en Dodona había anunciado un día por boca de sus palomas”.

En Antígona, las advertencias hechas por Tiresias a Creonte muestran el repudio de los dioses hacia su actitud. Lo dice Tiresias: “Lo sabrás cuando oigas los signos de mi arte”. En esta trama existen dos oráculos: el que se muestra en el prólogo y el que conoce Edipo cuando joven, el cual predice que éste será el asesino de su padre, según lo narra Yocasta: “Llegó un día un oráculo a Layo - no diré que proveniente del mismo Febo, sino de sus servidores -, consistente en que a él le alcanzaría el destino de morir a manos de un hijo que habría de nacer de mí y de él”.

En Electra, los oráculos sólo confirman el decidido carácter y la férrea voluntad de la protagonista. En la obra Filoctetes, no existen oráculos como tal, sino la profecía que aseguraba que Troya no caería en manos de los griegos si Filoctetes y su arco no se unían a la cruzada. Por último, en Edipo en Colono, el oráculo anunciado se retoma en varias oportunidades: “Fue Febo quien al vaticinarme todas aquellas desgracias me anunció que llegaría este reposo al cabo de mucho tiempo, ... y me vaticinó también que en ese lugar alcanzaría el infausto final de mi vida...”

Se observa, entonces, que para Sófocles, el oráculo es más que una fuerza que está por encima del héroe: lo considera un poder que requiere de la propia personalidad del protagonista, de tal forma que el oráculo no lo obliga a actuar, sino que el hombre siente el impulso de cometer tal acción, pues así dará pleno sentido a lo que la divinidad ha emanado por medio del oráculo.

Se podría decir que, en medio de una época inmersa en tanta religiosidad, Sófocles le brindó credibilidad a los oráculos. Sin embargo, la presencia de éstos en sus escritos está orientada hacia razones dramáticas y literarias. No falta quien critique a los oráculos; de hecho, en Edipo rey, el protagonista habla en tres oportunidades sobre la validez de los mismos.

Caracteres dramáticos

Los estudiosos de la obra de Sófocles coinciden al afirmar que “en buena medida su teatro es un teatro de caracteres”. Tan es así que el título de las tragedias que se conservan hoy en día, refiere directamente el nombre de los protagonistas, salvo en Las traquinias. Estos personajes surgen dentro de las tramas como “un auténtico coloso y arquetipo humano”.

En la obra Edipo rey, la figura del protagonista es única: personifica el drama de la “autoidentificación”, que se muestra como la división del ser y el parecer. Edipo quiere saber la verdad sin importar lo que cueste y, en medio de esa búsqueda, tropezará con tres personajes: Yocasta, su madre y esposa; Tiresias, el adivino; y Creonte, su cuñado.

Frente a Yocasta, Edipo presenta su mejor definición, “Hijo de la Fortuna”. Ante el adivino, se exhibe autosuficiente y lleno de confianza, puesto que, gracias a su inteligencia, adivinó el enigma de la esfinge y, a continuación, jura ante sus seguidores, librar a la ciudad de la criatura que la azota.

Al principio, las relaciones entre Edipo y el adivino se basan en el respeto mutuo, pero luego se llenan de desconfianza y recelo. Al final, la relación concluye con un señalamiento: para Edipo, el adivino ciego Tiresias es cómplice del crimen: “Entérate de que a mi juicio participaste realmente en el planteamiento de la empresa, y la cometiste, solo que no lo mataste con tus manos. Y si pudieras ver, yo diría incluso que la dicha empresa fue solo obra tuya.”

Sófocles lleva la confrontación entre estos personajes a tal extremo, que Tiresias llega a decir a Edipo: “Y te digo, puesto que ahora me has ultrajado de ser ciego, que tú tienes y no ves en qué punto de desgracia estás, ni dónde habitas, ni con quién convives”. Pero el fragmento donde se evidencia mayor fuerza dramática, es en los versos 449 y siguientes:

“Y te digo: ese hombre que andas buscando hace tiempo con amenazas y al que consideras asesino de Layo, ese tal está aquí, formalmente como extranjero, pero luego se verá que es de estirpe tebana, y no se alegrará de lo que le suceda porque quedará ciego siendo antes vidente y pobre en lugar de rico y caminará sobre tierra extranjera tanteando el camino con su bastón…”

“… Y parecerá siendo al mismo tiempo de sus propios hijos hermano y padre. Y de la mujer de la que nació al mismo tiempo hijo y marido, y de su padre, al mismo tiempo sembrador de la misma mujer y su asesino. Y ahora ve y reflexiona sobre todo esto. Y si me pillas en mentira, di entonces que nada sé del arte adivinatoria.”

Electra también es otro de los arquetipos que soy muy bien descritos por Sófocles. Su existencia pierde todo sentido luego de que su padre fuese asesinado por su madre y, sobre todo, porque ve cómo se desvanece su única esperanza, el regreso de Orestes. Así lo manifiesta ella misma:

“Pero a mí ya se me ha esfumado, sin esperanzas, la mayor parte de mi vida y no aguanto más; sin hijos me consumo y sin ningún hombre que con su cariño me proteja, sino que como si fuera una refugiada indigna administro la casa de mi padre. Y así, con un vestido impropio, vago entre unas mesas para mí vacías”.

Pero la característica que mejor perfila la verdadera personalidad de la protagonista es su sed de venganza; similar al sentimiento de honor de Ayante o a la lealtad que Antígona siente por su familia. Electra lo expone así: “Vio mi padre su muerte vergonzante por las mismas dos manos que se han adueñado a traición de mi vida, las mismas que me han arruinado. ¡Ojalá que a esos el gran dios Olímpico en pago penas padecer procure, y que no consigan disfrutar del triunfo tras haber cometido tal crimen!”

La escena más trascendental de la obra se centra en la anagnórisis (escena de reconocimiento), en la cual los hermanos se encuentran y se reconocen, luego de que el pedagogo narrara, de forma irónica, la falsa muerte de Orestes, durante una carrera de carros:

“Tras incinerarlo en una pira, unos ciudadanos de Focea designados para este fin traen en una reducida urna de bronce el supremo cuerpo hecho triste ceniza, con la idea de que obtenga una tumba en la tierra de sus antepasados”. Por otro lado, después de Aquiles, Áyax es el mejor de los héroes que lucha en Troya pero, ofuscado por Atenea, pierde la razón. Sófocles lo describe de forma detallada en los siguientes versos:

“¿Ves al intrépido, al de valiente corazón, al que en destructores combates no tembló jamás? ¿A mí, terrible por mis manos, entre animales que no producen temor? ¡Ay de mí, motivo de irrisión! ¡Cómo he sido ultrajado! Y ahora, ¿qué debo hacer? Yo que soy claramente aborrecible a los dioses, al que el ejército de los helenos odia, y Troya entera, así como estas llanuras, detestan... El noble debe vivir con honor o con honor morir. Ya has oído todo lo que tengo que decir.”

De igual forma, el protagonista de Las traquinias, Heracles, es todo lo opuesto a su mujer, Deyanira: mientras ella se muestra siempre enamorada de su marido, él parece estar enamorado de él mismo y sus hazañas. Mientras Heracles es un hombre de carácter fuerte, Deyanira es una mujer temerosa y tímida. “sin cesar, miedo tras miedo alimento en constante preocupación por él”.

Deyanira dependía totalmente de Heracles, a quien consideraba el mejor de los esposos. En una oportunidad, el centauro Neso le dio de su propia sangre como remedio infalible para el día en que el amor de su marido disminuyera. Cuando se llegó el momento, Deyanira le envía a su esposo de regalo la túnica rociada con la sangre del centauro. Sin quererlo, Deyanira provoca la muerte de su marido.

Por su parte, la personalidad de Heracles es todo lo contrario, pues su vida se ha pasado en una constante aventura y viajes. Es un héroe, de ascendencia divina, pues es hijo del propio Zeus, pero también posee características negativas: es violento, pendenciero, glotón y borracho, tendiendo a ser grotesco y grosero.

En la obra Filoctetes, el protagonista es un ser quejumbroso, constantemente vejado por los griegos y por el malicioso Odiseo: “Esto es lo que han hecho conmigo, hijo, los Atridas y el influyente Odiseo; ojalá que los dioses del Olimpo les premien con sufrir penas parejas a las mías”.

Los personajes principales de la tragedia de Sófocles son seres que sufren mucho y, en muchas ocasiones no son culpables de lo que les ocurre, sufre sólo por ser humanos: los héroes afrontan su destino, ya escrito, y se ven obligados a actuar en consecuencia.

Pero en el teatro de Sófocles el dolor se concibe como un medio para la enseñanza y hacerse noble: “Solo se aprende sufriendo”. De hecho, el protagonista ha de vivir su pena en soledad, pues es un dolor que no puede ser compartido y que no atiende al consuelo ni a la comprensión de la familia y los amigos.

Es, entonces, un dolor único y personal; la desgracia del protagonista es individual (monoúmenos), más no colectiva, como se evidencia en la obra de Esquilo. Esta es una característica particular del teatro sofocleo, en el que encontramos “un dolor sin salida”. No existe, en este caso, esperanzas de liberación del sufrimiento, tal como sucede con el “sentimiento doloroso de un cristiano”.

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El vasto léxico empleado por Sófocles en sus tragedias le brinda mayor belleza, pues las baña de diferentes matices. Observamos cómo este dolor que no tiene escapatoria se abraza a la soledad, un sentimiento que identifica al héroe sofocleo.

Vemos como es sus obras esa es una constante: Ayante fallece en medio de su soledad al no poder soportar la deshonra; en medio de su más profunda soledad, Edipo reconoce su identidad; Electra sufre sola por mucho tiempo en la espera de su hermano; Heracles muere solo; Filoctetes queda solo y abandonado en una isla desierta; y, por último, Edipo desaparece solo en el drama Edipo en Colono. Un ejemplo de esa soledad que viven los protagonistas, lo muestra Filoctetes en el siguiente extracto:

“Muchacho, hijo de Aquiles: yo soy aquel de quien quizás hayas oído decir que es el dueño de las armas de Heracles, Filoctetes el hijo de Peante, a quien los dos jefes del ejército griego y el rey de los cefalonios​ dejaron aquí abandonado y solo, de manera vergonzante,… ¿Ya te imaginas, hijo mío, cuál fue mi despertar del sueño una vez que aquellos ya se habían ido? ¡Cuántas lágrimas derramé, cuánto lamenté mi desgracia!”

La ironía trágica: el conflicto entre realidad y apariencia

Es difícil definir la palabra “ironía”, pero puede concebirse como el momento dentro del discurso en el que las palabras no son tomadas en sentido literal, sino que tienen para ´´el un significado diferente, incluso contrario, al que podría comprender el su público o su interlocutor. A opinión de los estudiosos, “la ironía verbal está próxima a la paradoja fáctica”.

En el teatro sofocleo se hace evidente el empleo de ambas, al punto de que Sófocles es considerado como el verdadero maestro de la ironía trágica, que representa al héroe que ha alcanzado la victoria y luego se hunde en un foso de miserias.

Así, puede considerarse como colmo de la ironía/paradoja el hecho de que Edipo, quien desde su honradez a toda prueba vive sólo para encontrar la verdad, sea el último en enterarse de la atroz verdad que todos conocen: “que es él el asesino de su padre, el amante de su madre, y que es a la vez padre y hermano de sus hermanos, e hijo y esposo de su madre”.

Este secreto a voces era conocido por el ciego adivino Tiresias, por su madre, por el coro, y hasta por los espectadores. Todos sabían la verdad, menos él Lo sabía el adivino Tiresias, lo sabía el coro, lo sabía su madre. Por saberlo, lo sabían hasta los espectadores; todos menos él, que en otras oportunidades fue como un sabueso tras la verdad. Otro momento en el que se evidencia la ironía es durante la escena en la que participan Edipo, el mensajero proveniente de Corinto y el antiguo pastor, donde cada uno describe cómo será la “identidad de quién sea Edipo.

En Electra también vemos escenas irónicas, como cuando Orestes simula que el féretro que lleva en sus manos contiene sus cenizas ¿Cómo no va a creer Electra que es el colmo de la ironía cuando, después de esperar tantos años, no ve llegar a su hermano sino a un forastero cargando las cenizas de Orestes?

Otro ejemplo lo vemos en Las traquinias, cuando Deyanira, sin saberlo, es el instrumento para la destrucción y muerte de quien más ama y a quien más desea conservar: “Pues así tenía yo prometido que, si algún día le veía entrar en casa sano y salvo o lo sabía con toda certeza, le habría de adornar con este vestido y le mostraría a los dioses como nuevo sacerdote de sacrificios con nueva investidura”.

También se encuentran cuando Filoctetes comprende de forma errada las palabras de Neoptólemo, en los versos 989 y siguientes. En las tragedias Antígonas y Edipo en Colono, Sófocles hace menos uso del recurso de la ironía. El escritor hace de la ironía, más allá de  una simple retórica, un elemento esencial, existencial.

Obras trágicas

Pese a que Sófocles escribió más de 120 tragedias, sólo siete lograron sobrevivir al paso del tiempo: Edipo Rey, Edipo en Colono, Antígona, Electra, Áyax, Filoectetes y Las traquinias, así como uno de otro fragmento de obras dispersas, cuyos títulos son Anfiarao, Epígonos e Ichneutae. A continuación, una breve reseña de estos algunos de éstos dramas:

Edipo Rey

La peste azota a Tebas y está acabando con la vida de sus pobladores. En medio de su angustia, todos se presentan en el ágora para solicitar la intervención de Edipo Rey. Éste pide ayuda a Creonte, hermano de Yocasta, su esposa, a fin de encontrar la causa y la solución a tan terrible plaga.

Creonte consulta al oráculo de Delfos, que le notifica que la peste es un castigo divino por el la muerte de Layo, quien fuera rey de Tebas y a quien Edipo no conoció. Por este motivo, hasta que el culpable no pague su culpa, la peste seguirá flagelando a la ciudad y sus habitantes.

El rey Edipo decide encontrar la verdad a toda costa, por lo que inicia una investigación  y alienta al pueblo para que entregue al asesino. Asimismo, por recomendación de Creonte, consulta al ciego Tiresias, quien le da a conocer la verdad: Edipo es el asesino de Layo y, además, vive con su madre, Yocasta, cometiendo incesto. Pero el rey, quien se cree hijo de Pólibo, monarca de Corinto, y Mériba de Doria, deduce que Tiresias y Creonte se han aliado para arrebatarle el trono.

Edipo sostiene una acalorada discusión con Creonte y, en ese momento Yocasta hace acto de presencia. En su intento por calmar la ansiedad de Edipo, Yocasta le cuenta que Layo fue asesinado por unos malhechores en el cruce de tres caminos. De igual forma, le dice que no tema ante las profecías del oráculo, pues en una oportunidad el oráculo vaticinó que Layo sería muerto en manos de su propio hijo, quien luego se casaría con su madre. Para evitar que la profecía se cumpliera, se deshicieron del niño.

Una premonición similar le fue hecha a Edipo durante su juventud. Por esta razón huyó hacia Corinto para evadir su destino. En ese momento, recuerda que en el exilio asesinó a un hombre en el cruce de tres caminos, pero lo hizo solo y no en grupo. Esto lo lleva a sospechar que él es el asesino de Layo.

Un mensajero llega y anuncia la muerte de Pólibo, por lo que Edipo debe ir a Corinto para tomar posesión de su cargo. Edipo se entera que no es hijo de sangre de Pólibo, porque el mensajero le cuenta que éste lo recibió cuando era niño, de manos de un pastor. Inmediatamente, traen al pastor ante el Rey y revela que ese niño era el hijo de Layo, quien se lo había entregado para que le diera muerte. Pero el hombre tuvo piedad y se lo dio al mensajero, con la esperanza de que se lo llevara lejos.

Al conocer la horrible verdad, Yocasta se suicida. Edipo, lleno de dolor, se vacía los ojos con los broches del vestido de su madre para que, al morir, no pueda ver a sus padres cuando esté en el Hades. Ya ciego, le ruega a Creonte que lo lleve al exilio y se obliga a vivir el resto de sus días como un extranjero, despojado del poder, el afecto y la consideración que alguna vez pudiera haber merecido.

Antígona

Antígona era la hija de Edipo y Yocasta y hermana de Isméne, de Eteócles y de Poliníces. Esta mujer acompañó a su padre luego de que, habiéndose arrancado los ojos tras descubrir los crímenes que cometió, decidió vivir en el exilio. Se trasladaron a Colono, un pequeño pueblo de Ítaca, donde vivieron hasta la muerte de Edipo.

Antígona vuelva a Tebas, donde sus hermanos Eteócles y Polínices mueren tras enfrentarse en una batalla cuerpo a cuerpo en las afueras de la ciudad: el primero defendiéndola y el segundo, en el bando de los invasores. Creonte, se había convertido en el gobernador tirano y amo de Tebas, por lo que ordena que se le rindan honores de héroe a Eteócles y que Polinices debe ser dejado insepulto para lo devoren los buitres, en memoria de su enemistad contra los tebanos.

La tradición en la Antigua Grecia obliga al cumplimiento del deber sagrado de darle sepultura a los muertos. En caso de no hacerlo, el alma del fallecido vagará eternamente y sin reposo, sin poder entrar al Hades, el reino de las sombras.

En contra de las órdenes de Creonte, Antígona decide ir a enterrar a su hermano durante la noche. Isméne, su hermana, se acobarda y se niega a acompañarla. Antígona es atrapada por los soldados de Creonte, quien ha decretado que se aplique la pena de muerte a quien incumpla sus órdenes y entierre a Polinices.

La protagonista es llevada ante el tirano, quien le reprocha su desobediencia. Entre ellos se sucede un diálogo que trasciende el simple interrogatorio judicial sobre los hechos y produce un choque entre la piedad natural de Antígona por su hermano y la imposición de la voluntad mezquina de Creonte.

Por el poder que le ha sido investido, Creonte dicta sentencia pero Antígona se defiende, tomando como argumento la ley de los dioses, que está inscrita en el corazón humano. Luego, el dictador ordena llevarla hasta una cueva y liberar a Isméne. Encerrada en la cueva y sin comida, Antígona decide acabar con su vida y se ahorca. Pero el hijo de Creonte, quien fuera el prometido de la protagonista, decide suicidarse cuando ve a su amada con la soga al cuello.

Creonte escucha los comentarios que hay sobre él por el daño que había causado, por lo que decide ir personalmente a la cueva. Al llegar, encuentra del cuerpo sin vida de su hijo, lo toma en sus brazos y lo lleva de vuelta al palacio. En el lugar encuentra que su esposa también decidió quitarse la vida. Estos hechos marcaron para siempre la vida de Creonte.

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Las traquinias

En esta obra sofoclea se representa el drama de una mujer que está cansaba de compartir el amor de su marido. Intenta hacerle un hechizo a su esposo usando la sangre de Niso, el rey de Megara que cuando ésta era pequeña, la tocó con intenciones lujuriosas. Sin embargo, el líquido rojo que según el hombre era utilizado para embrujos amorosos, era un veneno mortal.

El relato se inicia con el destierro y la soledad en la que se encuentra Deyanira, y con el consejo que le da su nodriza para que Hilo, hijo de la mujer, saliera en busca de su padre, a fin de corroborar si estaba vivo. El joven obedeció. Hace aparición un mensajero que asegura que el hijo de Zeus está vivo. Poco después, Licas confirma lo dicho por el emisario y asegura que el semidiós vive en compañía de unas mujeres que el hijo de Alcmena le había entregado para que le hicieran compañía en casa.

De todo lo que escuchó, Deyanira solo prestó atención a una silenciosa mujer que salió de su tierra cuando fue invadida y destruida por Heracles; su nombre era Yola. Licas contó a la esposa del semidiós que, lo ocurrido durante los tiempos de esclavitud vividos por su marido. Narró el instante en el que Heracles asesinó a Ifito, motivo por el cual Deyanira fue desterrada y su esposo, hecho esclavo.

Licas entró al palacio junto a las féminas en cautiverio, pero Deyanira fue intercepttada por el mensajero quien le adelantó que el acompañante de las mujeres había mentido: el padre de Yola, Eurito, no aceptó que Heracles la hiciera su concubina, por lo que éste destruyó sus bienes y envió a la joven donde su esposa.

La hija de Altea confronta al mentiroso hasta lograr que confesara el engaño. A su vez, envió como obsequio para su esposo una túnica bañada con la sangre de Neso, que fue obtenida de una herida de la flecha de Zeus. Deyanira indicó que la túnica no podría ser vista jamás por algún destello de luz.

En su intervención, el coro anhela el retorno de Heracles. Deyanira cae en cuenta de las intenciones de Neso no fueron las mejores y, así como había desaparecido el pelaje de oveja usado para rociar el manto, así también desaparecería su esposo. Hilo regresa al palacio, con su padre moribundo en brazos y ratificó lo que la mujer sospechaba. El joven culpó a su madre de asesinar al semidiós y ésta, al saberse culpable se suicidó.

Heracles siente el aliento de la muerte en medio de lamentos por lo ocurrido, maldiciones a su esposa y reproches a los dioses. Mandó a buscar a Deyanira para ver qué le causaba más dolor a su hijo. Hilo le dice que su madre se suicidó y que los males que padece Heracles son por culpa de Neso.

El semidiós recuerda que el oráculo había profetizado todo lo ocurrido. Le pidió a su hijo que llevara su cuerpo a una montaña y lo incineraron y que, después desposara a Yola. Le aseguró que, de no obedecer, la maldición del padre recaería sobre Hilo. Salieron, pues, a la montaña a inhumar el cuerpo de Heracles, mientras que el coro recalca que no todo lo sucedido era por designios de Zeus.

Electra

Relata el drama de Orestes cuando regresa al palacio de Argos, en compañía de uno de sus esclavos, para tomar venganza por el asesinato de Agamenón, su padre. Electra, hermana de Orestes, ha dedicado su vida a esperarlo, luego de que cuando niño le salvó la vida, protegiéndolo de su madre, quien quería asesinarlo, tal como lo había hecho con sus esposo, para poder vivir libremente con su amante Egisto.

El esclavo anuncia la muerte de Orestes. La reina Clitemnestra se muestra calmada; pero Electra, sorprendida por la noticia, clama venganza. Cristemis, la hermana de Electra, le notifica la llegada de Orestes, pues vio un mechón de pelo en la tumba de su padre Agamenón. Electra no le cree y le grita llorando que su hermano ha muerto.

Haciéndose pasar por extranjero, Orestes se presenta ante su madre y su hermana, llevando consigo en una urna las supuestas cenizas. Electra se lamenta de tal manera, que Orestes descubre que es su hermana y le revela su identidad. Esta escena, en la que los hermanos se reconocen, es la más conmovedora dentro de la tragedia griega.

Orestes clava un puñal sobre su madre Clitemnestra, mientras Electra le grita “Hiérela otra vez”. Electra se presenta ante Egisto y le informa que llevó a Argos el cuerpo sin vida de Orestes. Egisto, lleno de emoción, sale a su encuentro y, al descubrir el cuerpo, se da cuenta de que es Clitemnestra. En ese momento, Orestes asesina a Egisto en el palacio de Argos y venga la muerte de su padre.

Frases célebres de Sófocles

Aunque de la prolífica obra de Sófocles sólo se conservaron intactas, por más de dos mil años, siete de sus tragedias; muchas son las frases y reflexiones que se extraen de sus dramas universales, que son reflejo de la vida misma, desde la Antigua Grecia, hasta nuestros días. Estas son algunas de sus frases, que nos permitirán acercarnos a su obra y su pensamiento:

  • La verdad puede más que la razón.
  • Siempre se repite la misma historia: cada individuo no piensa más que en sí mismo.
  • Noble cosa es, aún para un anciano, el aprender.
  • El que es bueno en la familia es también un buen ciudadano.
  • El que prescinde de un amigo es como el que prescinde de su vida.
  • Cásate; si por casualidad das con una buena mujer, serás feliz; si no, te volverás filósofo, lo que siempre es útil para un hombre.
  • No se puede juzgar la vida de un hombre hasta que la muerte le ha puesto término.
  • Para quien tiene miedo, todo son ruidos.
  • Los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres.
  • La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo.
  • Acostada en medio de la desdicha, el alma ve mucho.
  • Me preguntas si debes o no casarte; pues, de cualquier cosa que hagas te arrepentirás.
  • Los cielos nunca ayudan al hombre que no quiere actuar.
  • La alegría más grande es la inesperada.
  • El saber es la parte más considerable de la felicidad.
  • Es terrible hablar bien cuando se está errado.
  • Común es cometer errores. Pero cuando se ha errado, no es falta voluntad, ni brío, tratar de corregir el error y no obstinarse en él. La obstinación es el otro nombre de la estupidez.
  • Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja.
  • El peor mal del hombre es la irreflexión.
  • Constante y perpetua riqueza es la virtud.
  • Muchas cosas hay portentosas, pero ninguna como el hombre. Tiene recursos para todo; sólo la muerte no ha conseguido evitar.
  • La muerte no es el más grande de los males: es peor querer morir y no poder hacerlo.
  • No haber nacido nunca puede ser el mayor de los favores.
  • Siempre es bueno navegar cuando se huye del mal.

Muchos fueron los pensadores griegos que dejaron su legado para que, hoy día, pudiésemos encontrar luz en el camino de la existencia humana: Sófocles, con sus tragedias, fue uno de los grandes. Si deseas leer sobre otras biografías e historias, haz click en los siguientes enlaces:

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